Después del después
Menos mal que ya han pasado los días suficientes como para no tener que hablar con sesuda profundidad del resultado de las elecciones. Eso permite recordar aquí lo obvio: que Rajoy, el mago, ha dicho que no tiene magia ni va a hacer milagros, aunque de milagros se trate.
Rajoy es un experto en escapismos. A su lado, Houdini era un aficionado. Es cuestión de tiempo. ¿Se acuerdan de la fuga del Prestige? Dijo que eran como hilillos de plastilina. Jodé, menos mal que solo eran hilillos, y de plastilina; si llega a ser una fuga de crudo hubiese sido una catástrofe. Por eso se adelanta a declarar que él no va a hacer milagros, aunque apareciera en escena con la varita mágica en la mano.
Tal vez por ese mismo motivo la Barcina fue a rezar públicamente a la virgen para que le arregle lo mayor, el paro y eso. ¿O fue para que nadie se enterara de lo de la Volkswagen o de lo de sus dietas y enriquecimientos tan legales como injustos? Mientras haya vírgenes a las que pedir favores o milagros, que se quite la política económica, y hasta la decencia. Rezos que me parecen muy bien en privado, pero no a modo de alarde jactancioso público, dirigido al tendido donde asisten a la corrida los que tienen a la religión católica como un signo de distinción social y de identificación política. Miren qué buena y qué castiza que es me.
Y a propósito de devociones. Al bote pronto del resultado electoral, los obispos, a través de su vocero, Camino, han declarado que no van a pedir la derogación del matrimonio homosexual ni lo del aborto (vaya, menos mal), que la Iglesia no influye en los políticos... Cuenta la leyenda urbana que se formó montón en el callejón de urgencias por el mal de la risa floja erróneamente diagnosticado como el mal de la risa loca.
Recordar también que Aznar, el mentiroso (guerra de Irak, no lo olvidemos), ha declarado con fatuidad en una de sus habituales alegrías que los españoles han elegido a Rajoy para que haga lo que tiene que hacer. Es decir, leemos los demás que sus votantes, sus votantes insisto, le han elegido para que haga lo que le dé la real gana, que es lo que puede hacer con los resultados en la mano, porque además es secreto de Estado qué va a hacer o dejar de hacer Rajoy. Nos tiene en ascuas, no nos atrevemos ni a ir al meadero. No vaya a ser que lo diga mientras estamos dentro y al salir sea tarde.
Ésta es la gran fiesta de la derecha española y como tal vivida. Las elecciones no las ha ganado un partido, sino un estilo de vida, una idiosincrasia que le dicen, una forma de vivir no en democracia sino de la democracia. Las ha ganado una casta con voluntad de formar la sociedad jerárquica y estamental no del pasado, sino del futuro, la nueva, aupada por quienes sienten que esa casta y sus maneras es su ideal de vida.
"Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", dice el fariseo tristón de la derecha intentando comunicarte su falso sentimiento de culpa, su arrepentimiento teatral.
"Oye, maco, habrás vivido tú, porque lo que es yo...", deberíamos decir a coro y a caño.
Los banqueros deberían explicar cómo fue que se dieron los miles y miles y miles de créditos hipotecarios sobre valoraciones falsas, falseadas, y falseadas de manera concertada por todo el sector, y por qué varios millones por encima de la valoración.
No lo explican y no lo explicarán porque el mundo que se abre con el Rajoyato es el suyo, de hecho son los primeros a los que ha llamado a consultas. Rajoy no se reunirá con los malditos de Amaiur, porque sus objetivos no son constitucionales, pero sí con los banqueros cuyos objetivos han sido y son el saqueo del país. Ahí, sí, en el saqueo por lo legal, los objetivos son comunes, son políticos, son filosóficos incluso, y sino, que se lo pregunten a la Barcina, cuya voracidad y codicia empiezan a ser legendarias.
Un socialista ascendió a general de la Guardia Civil a Rodríguez Galindo, acusado de crímenes horrendos, en vísperas de ser juzgado, para ver si de ese modo el tribunal no se atrevía condenarlo. Unos socialistas, en vísperas de despedirse de la fosa común que han contribuido a cavar, indultan a un banquero del Santander (poder, poder, enorme) de manera que quede enervada su inhabilitación y pueda seguir haciendo de las suyas pagando una gabelilla (para ellos) al cepillo de las ánimas bancarias, o poco menos.
Botín tiene más suerte, porque cuando le juzgan no le condenan o cuando le procesan ni siquiera llegan a juzgarle.
El que no tiene suerte con los indultos es Miguel Montes Neira, el preso común más antiguo de España, que aparece en escena de cuando en cuando con cara devorada, viejo: 36 años de maco, que se dice pronto, por una sucesión de raterías y lo que se llama quebrantamiento de condena. El Gobierno indulta a los banqueros, a quienes el famoso populacho (inculto, zafio) considera unos chorizos de feriante, y no indulta a los presos comunes. El Gobierno de Rajoy es posible que ni los juzgue. ¿Puede enfrentar Rajoy todos los casos de corrupción acumulados, muchos de ellos a la sombra de su partido, incluido el que toca a la Casa Real? Ah, sí, y ya nos gustaría saber cuál es el régimen diario penitenciario del ex general Rodríguez Galindo y dónde están todos los que se ocuparon en vida de Mikel Zabalza.
Uno de los mayores bellacos de la Transición, Martín Villa, que pasará a la historia saludando brazo en alto, dicen que dijo con un muerto más o menos fresco por delante: "Lo nuestro son errores, lo suyo son crímenes". A las hemerotecas es mejor no asomarse, te dan el día, te puedes coger cualquier cosa.
Quien se asome al mundo carcelario podrá comprobar que mientras unos no entran, otros no salen. Y motivos sobran, para lo primero y para lo segundo. Y entre los que no salen hay enfermos terminales, gente sin vida por delante y cuya peligrosidad social es muy, pero que muy inferior a la que puede tener un matón con placa, y no digamos ya un banquero, gente esta asocial por naturaleza.