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La burla que no cesa

La gracia nacional, el colmo del ingenio chirigotero lo protagoniza esta semana un juez de Huelva que absuelve al rey Baltasar en un caso de daños provocados por quien encarnaba al personaje en ejercicio, porque su señoría es devoto o partidario del monarca de Oriente. Suena a broma, pero en el fondo es una burla sangrienta. Daño grande o pequeño, daño al fin y al cabo el sufrido por quien acudió a los tribunales en busca de amparo a sus derechos, que el juez estaba por completo obligado a examinar en términos decorosos.

Pero no, el tosco ingenio gastado por su señoría de Huelva en torno al rey Baltasar no es más que pitorreo a costa de un demandante, un ciudadano, al que como mínimo se le debe respeto. Insisto en que me importa poco si el daño causado fue grande o pequeño, o si no lo hubo. Incluso si el daño era desdeñable, existen otras formas y términos para establecer no ya que no había lugar a la demanda, sino hasta para declarar abusiva la pretensión demandante. Lo que fuera, pero no montar a su costa una chirigota jurídico evangélica... Me temo, además, que ese mismo juez no habría permitido ese mismo lenguaje y argumentación a otras partes en litigio. Esto que estamos viviendo, aunque lo parezca, no es una película de Tim Burton.

No se sabe la nacionalidad del rey Baltasar... ¡Ay, ay qué gracia, que se me parte, que se me parte, ay, ay qué risa! Hasta los locutores de los noticieros ríen. Le ríen la gracia al estamento, que de eso se trata, del estamento, el que va a recobrar inusitada vida con el Rajoyato, lo mismo que los cuerpos y fuerzas, y otros, tal vez más estos últimos que los anteriores.

Y es que el clima social y político que estamos viviendo es de pitorreo, de burla generalizada, con elecciones de por medio o sin ellas. Porque está visto que los votos legitiman conductas asociales y en algunos casos francamente delictivas. ¡Pero, qué importa! Se absuelve al rey Baltasar y se permite por descuido que el director de la Caja de Ahorros de Alcoy, condenado por quiebra fraudulenta, malversador convicto, se escape de prisión, de la misma forma que se indulta a un directivo del Santander, quién sabe si por serlo. Se cachondea uno del incierto origen del monarca oriental, representado siempre como personaje de Alí Babá y los cuarenta ladrones, y la presidenta de la Diputación de León, como la legendaria Barcina, saquea en su beneficio las arcas públicas, por lo fino y por lo legal, porque los jueces están demasiado ocupados en el ejercicio de su ingenio para ocuparse de lo injusto y asocial de unas medias legales que permiten a la casta política enriquecerse más allá del cobro de la legítima prestación por su trabajo realizado. ¿Cuántos más están en el mismo caso que las dos citadas?

Andamos a vueltas con la falta de jurisdicción que se puede tener con tan legendario monarca y no hay día que no aparezca una noticia relacionada con lo cobrado y ganado por Urdangarín, el marido de la infanta Cristina, y miembro de la familia real, mientras no se demuestre lo contrario. Reyes de allá, regios familiares de acá. Dejando a un lado que en estos casos de corrupción tan mangui es quien cobra como quien paga, el sentar o el pretender sentar en el banquillo a un miembro de una familia real reinante (qué rancio suena todo esto) es todo un acontecimiento político, que acabaría siendo legendario, porque no sé si se han fijado que en esta burla todo pertenece al brumoso territorio de la leyenda.

Lo digo porque ya veremos en qué para esta regia polvareda en la que, para variar, también hay cargos públicos valencianos en danza. Valencia, legendario bastión del Partido Popular. Ganas me dan de darme una vuelta e ir por las calles susurrando a las paredes: "Ábrete Sésamo". Por ver qué pasa, más que nada... y por si cae algo... ya puestos. Pero quiá, para eso hay que pertenecer a la casta de los intocables, de los trajeados por la patilla, de los barbis; y me da que ni ustedes ni quien esto escribe pertenecemos a esa casta, en la que algunos entran como quien entra en religión, pues religión hacen de su estatus de privilegio, con toda la parafernalia.

No sólo Urdangarín está investigado, sino su socio, uno de sus socios, que no sé si a estas alturas está imputado. ¿Está uno imputado y el otro no con las mismas pruebas y motivos?

Sería altamente sospechoso que acabara comiéndose el marrón el socio y que el marido de la infanta real saliera absuelto, zarandeado, pero absuelto, al grito de que no sabía nada o cosa parecida. Se habla de penas de hasta 15 años. Mucha pena. Pero es de temer que por razón de Estado hasta el chirigotero juez de Huelva pudiera echar una mano en ingenio exculpatorio y tierra de por medio, porque en lejanas tierras parece ser experto.

En Navarra ha corrido la leyenda de que en tiempos del contrabando hubo quien fue a prisión en lugar de otro mediante pago. Por otra parte, sería tremendo meter en prisión a un miembro de la familia real, aunque en el ínterin dejara de serlo por la fuerza de las circunstancias.

Sería deseable que la fiscalía, y con ella la magistratura, se ocupara de investigar ese poderoso entramado nacional de consultorías y consultings, bureaus y commissions, inoperantes consejos de administración de empresas públicas o semipúblicas, y sobre todo cajas de ahorro, donde la obra social famosa y legendaria también esta, debía consistir en jubilaciones y cesantías multimillonarias, negocios todos de toma y daca para los que por el momento no es necesario el Kalashnikov 47 de los rusos y sus mafias que viven tan guapamente en España en mansiones decoradas como burdeles de película. Mansiones como la de Matas, exmangante balear, cuya casa se subasta valorada en dos millones y medio de euros al tiempo que se desahucia a ancianos por impagos ridículos. Tiempos de burla que no cesa y que por mucho que repiques, no cesarán. Es el aire de la época, son sus reglas de juego. No se puede romper la baraja. Para impedirlo está la Policía y la Magistratura.