También se puede sentir nostalgia de lo no vivido. Yo tengo nostalgia de no haber viajado en el Transiberiano, por ejemplo. Quizá porque de adolescente me colé en una película para mayores de 18 en el cine Guelbenzu que se titulaba Pánico en el Transiberiano con Christopher Lee. Cuando la realidad se ponía irrespirable me refugiaba en el cine. Y en la literatura. Películas vistas en soledad, en salas casi vacías. Novelas leídas de un tirón de madrugada cuando todos duermen. A propósito de eso, observo que últimamente he vuelto a ir al cine y a leer novelas con más asiduidad y ahora caigo en la cuenta de por qué. Además, es probable que el cine mejore en los malos tiempos. No es descabellado. El sábado estuve viendo El Havre, la última película de Kaurismäki. Una joya. De esas películas que te hacen entornar los ojos, como queriendo regresar. Regresar a sitios en los que sólo estuviste con la imaginación. Me recordó, por alguna razón (o por varias), a El muelle de las brumas de Marcel Carné. El guión de Prévert, la música de Jaubert, el organillo, el acordeón. Toda aquella melancolía en blanco y negro de los perdedores. A los franceses siempre les ha gustado la poesía de los bajos fondos. El aroma triste de la realidad fermentada. Por la noche volví a leer la novela de Pierre Mac Orlan en la que está basada la película. La leí por primera vez en el 86. Me la recomendó Ostiz, o Eder, no me acuerdo. A mitad de la novela, entra un personaje de madrugada en el bar del puerto e invita a una ronda a los que allí están. Luego sentado junto al fuego murmura: "Todos poseemos, muy hundido en la noche de nuestro pensamiento, un matadero que apesta". Sin comentarios. Al día siguiente me enteré de la muerte de un amigo. Un buen tipo. Era poco más o menos de mi edad. Me quedé paralizado. A veces echas de menos algo y no sabes qué. En esta vida todos somos perdedores. Al final nadie gana. Quizá sea eso lo que echemos de menos. Una cierta elevación. Y quizá sea eso lo que buscamos en el cine y la literatura. No sé. De todas formas, como he dicho otras veces, ¿qué sería de la realidad sin la ficción?
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