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No estáis en la onda, chicas, no moláis, que se dice ahora, ahí, con una miserable pancartita. Eso no tiene ya glamour. Mucho menos desde que detrás de las pancartas incluso se puede llegar a poner Lizarbe. Vais por el camino equivocado, trabajadoras y algún trabajador del Centro Infanta Elena dependiente de la Agencia Navarra de la Dependencia de la Consejería de Asuntos Sociales de Elena Torres la del retrato que siente "pasión por los desfavorecidos" y olé. Decía, que el mero hecho de que ya hace tiempo os dejaran en manos primero de Mapfre Quavitae, que posteriormente fue vendido hará un año a Sarquavitae, no nos importa. Y si el discapacitado, como os han metido mucho más trabajo, tiene que esperar dos horas para ser tumbado en su cama porque es inviable físicamente llegar a lo que os imponen, ¿qué más le da a él o a ella? Total, ¿a dónde va a ir, qué prisa tiene? O si se caga encima. Eso, con costumbre, se hace uno, que la capacidad de adaptación del ser humano es la hostia. Y además no es ni del cuerpo. Esto os pasa por mezclar trabajo y sentimientos. Eso no lo hacen vuestros consejeros ni accionistas, el Raventós y el Guarner. Seguro. Ni vuestra consejera, de qué. No se puede ir por la vida así, porque te acabas llevando el trabajo a casa. Y la casa al trabajo. Y llega un momento en que no sabes dónde estás y te quedas sin casa y sin trabajo. O al revés. O lo dejas, con dos pelotas. Tened cuidado. ¿No entendéis que una macroempresa privada como Sarquavitae aspira a reducir costes a las administraciones para lograr más concesiones? Seguro que sí. ¿Y os parece mal? ¿Por, porque empeora la atención a los más desfavorecidos? No espabiláis, estáis anticuadas. Pero ojalá, como en El Retrato de Dorian Gray, nunca envejezcáis. Y que envejezca el retrato, ¿no?