Con la que está cayendo
Tal vez sea esa castiza expresión la que más oímos y decimos últimamente: "Con la que está cayendo". Sirve para un roto y para un descosido, es un lugar común amable, una contraseña para náufragos y disfrutadores de los malos tiempos, porque en realidad no sabemos la que está cayendo. Como mucho tenemos ideas vagas.
A Barcina y a los suyos la que está cayendo les sirve para enredarse en un lodazal cuyas espesas salpicaduras evitan, por el momento, hablar del fondo del asunto: hasta dónde está arruinada la Comunidad Foral. Esa y no otra es la cuestión, no el futuro de sus puñeteros puestos. El pase (torero) a la oposición del PSN, después de haberse opuesto a investigar el pufo (cuando menos político) de la extinta Caja de Ahorros de Navarra, no sé yo si merece ser tomado en consideración.
Será esa la que está cayendo, la que nos está cayendo, como caen en Asturias los cohetes de los mineros, las tuercas, los árboles en imágenes insólitas hasta la fecha; mañana ya veremos. Resulta llamativo que no les hayan mandado más fuerza para aplastarlos; porque aplastarlos pueden, cuando les venga bien. Por ahora no quieren ver ni sus cascos mineros. El desprecio es la marca de la casa.
La que está cayendo: la economía se hunde, el paro se dispara, los bancos tienen problemas, los Gobiernos se apresuran a acudir al rescate; pero, por alguna razón, se rescata solo a los bancos, no a los parados... No lo digo yo, lo dice un premio Nobel, Paul Krugman, y sigue diciendo que con independencia de cuáles sean las raíces profundas de esta tormenta social, está quedando cada vez más claro que hará falta una catástrofe irremediable para que haya alguna acción política real que vaya más allá de los rescates bancarios. "Pero no desesperen: al paso al que van las cosas, especialmente en Europa, la catástrofe sin paliativos podría estar a la vuelta de la esquina". Son líneas de hace dos días que conviene no olvidar. No hay agua suficiente para borrarlas, aunque solo hayan quedado grabadas en la arena de los días.
Con la que está cayendo pues, que no sabemos, ya digo, que es algo que nos supera, en Grecia agarran todo el dinero que pueden de los bancos y hacen acopio de alimentos, mientras aquí hay inmigrantes que huyeron del corralito y se escapan por temor a padecer lo mismo o algo peor, y porque se van, son noticia. Dicen que con la crisis crece la delincuencia y la xenofobia, en Grecia, no aquí, aquí Jauja. Mañana ya veremos. "Lo de ayer" echa sombras sobre "lo de mañana", lo que nadie se atreve a nombrar.
"Venga, venga", dice apremiante Rajoy, cuando le preguntan por el rescate que no iba a hacer y al que él, farruco, llamó "lo de ayer", acuñando con ello un nuevo término de ciencia económica. Un cinismo de manual el de este personaje ya tachado en la eurocámara como el líder más incompetente de Europa. "Venga, venga", azuza a sus matones, para no verse obligado a abrir la boca y a explicar con palabras que no encuentra "lo de ayer", y de lo de hoy y lo de mañana. Y es que hoy se falta por preguntar, es un incordio y pronto será delito. Ay, la boca de Rajoy. Cuando la tiene cerrada, se le pide que la abra a toda costa, porque sus silencios parecen esconder algo enjundioso, algo propio de una esfinge sabelotodo, y porque resulta raro que un presidente de Gobierno calle del modo en que él calla, pero cuando la abre, enseguida le piden que la cierre porque no dice más disparates y embustes que resultan perjudiciales a su camada. Abrir, cerrar, abrir, cerrar, al final a Rajoy la boca solo parece servirle para berrear goles patrióticos en aquel partido de fútbol al que nunca debió asistir, que viene a juntarse con las parrandas marbellís o las reales cacerías: esperpento nacional. No parece que demos para más. Esperpento, sainete, gigantes y cabezudos, gigantillos y sobre todo gigantillas.
Mañana lunes, el rey tiene previsto acudir al Tribunal Supremo donde será recibido, si nada lo remedia, por Dívar. La estampa pasará a la historia y los chistes van a correr que va a ser un gusto; los chistes que ocultan la ira de un país burlado por sus gobernantes que no toma en cuenta a los gobernados y cuya realidad desprecia.
Con la que está cayendo, los gobernantes y sus más fieles servidores parecen haber perdido el sentido de la realidad, o lo que es peor, en sus bocas y en sus manos, esas con las que firman y firman la ruina de muchos, la realidad se divide en dos: la suya y la nuestra. La entrada a la suya está blindada, por completo cerrada; la nuestra, en fin, la nuestra, mejor permanecer a cubierto y cuidar de las goteras que no nos dejan dormir, porque con la que está cayendo...
Hay jueces abochornados por la actuación de Dívar, arropado hasta ahora por el Gobierno y por el Tribunal Supremo. Ayer Dívar admitió que la situación es insostenible y todos los miembros del CGPJ le pidieron que dimitiera. No lo hizo. Dijo que el próximo jueves tomará una decisión contundente... ¿Se alistará en el Tercio? ¿Se meterá a cartujo? ¿Se irá de propia mano? ¿Qué? Porque si es para dimitir, se le ha hecho tarde. Ya no tiene adorno posible.
No es la imagen de la magistratura la que está dañada, es lo que está detrás de la imagen lo que aparece por los suelos, por completo desacreditado. No se trata de símbolos ni de mandangas, se trata de justicia, de derecho formal incluso y sobre todo de un cambio ético que se ve no informan las actuaciones de la magistratura nacional, porque lo que salta a la vista es que esas actuaciones están informadas por la conveniencia corporativa y el estadismo. Y es que, encima, esta gente de toga y rasga se permite el lujo de jugar a estadistas y les preocupa no el que se disponga a voluntad del cajón, sino la estabilidad del sistema, de un sistema hecho colador, la imagen... con la que ha caído, con la que está cayendo y con la que va a caer.
Hace tiempo que en esta página venimos hablando de cómo esta casta, que se comporta de manera estamental, algo más que corporativa, solo parece defender lo suyo, su forma de vida, y las canonjías a ella inherentes, no por nada, sino porque sí. Hasta ahora no han defendido a Dívar, han defendido sus privilegios, su vida de privilegio. Lo dijimos ya. ¿Cuándo? La semana pasada, o la otra, qué más da. Y es que la que está cayendo no para de caer, y esta climatología negra no mejora. Es mejor no repetirse, pero hay veces que no queda más remedio, salvo que hablemos de algo festivo y faltan las ganas más elementales.