Corte de mangas
yde capirotes y con peineta de reglamento. Un pacífico ciudadano acusado de falta de respeto, y se supone que penado por ello, por hacerle un corte de mangas y una peineta (término penal y policial de reciente acuñación), a un pavo que acababa de dimitir como consejero de Economía de una comunidad arruinada a un punto no confesado ni por él ni por quien la preside, y que en la última semana, a base de destituciones y de dimisiones, recuerda con fuerza la imagen del mono de feria con una afilada cuchilla de afeitar en la mano.
Corte de mangas el que desde aquí le hacemos a toda la horda que de esa forma se atrinchera para que nadie, de la manera que sea, les pueda pedir cuentas por lo que han hecho y dejado de hacer, ni dentro del Parlamento ni en la calle.
Estamos en manos de una banda de chulos que en el mejor de los casos te dirán "Vaya usted al juzgado si quiere", frase que enmascara el desprecio más absoluto. ¿Qué juzgado? ¿Acaso uno dirigido por un juez Dívar?
¿Falta de respeto? Es el colmo. Una gente que se ha estado chuleando a la ciudadanía desde sus puestos de gobierno no tiene derecho alguno a reclamar respeto. ¿Pero es que acaso son ajenos al desbarrancadero en que estamos viviendo?
Respeto el que ellos deben a los contribuyentes con cuyos dineros han hecho mangas y capirotes, auténticas mangas, peinetas a doblón, sin dar explicación alguna y con recochineo. ¿Qué han hecho con la Caja de Ahorros de Navarra o con las obras más o menos públicas tan multimillonarias como innecesarias o con sus sonrojantes y millonarias operaciones de representación para goce de gorronas y gigantillas?
Respeto, dice el fulano. ¿Cuánto dinero se han venido metiendo en sus bolsillos en concepto de dietas por no hacer nada o por dejar de hacer? ¿En cuánto se ha enriquecido su patrimonio mientras se empobrecía una parte significativa de la ciudadanía?
Esto, claro está, dejando al margen que no me creo una palabra de lo que afirme el funcionario actuante (por no llamarle otra cosa), que ni siquiera sabe qué precepto infringía el ciudadano con su gesto, sino que hace referencia a una ley en general, como podía haber escrito que acababa de infringir el Código Penal, también en general, o la Biblia en verso: la arbitrariedad más absoluta. Estoy en mi derecho de no creerme nada que no sea una prueba contrastable e impugnable. Esas palabras de privilegio pueden encubrir abusos de autoridad que deberían ser proscritos en una sociedad de verdad democrática.
Estoy radicalmente en contra de un sistema autoritario basado, entre otras cosas, en la desigualdad ante la ley, en los privilegios y en un sistema de impunidad que más que fortalecer la seguridad, protege el sometimiento del siervo hacia el amo. No tengo por qué creer en la palabra del funcionario de baja instrucción porque no hay ley alguna que me obligue a ello. En otro caso que me muestren el texto legal que así me obliga. Todo esto resulta ofensivo. Esta gente hace lo que le da la gana y vive en el abuso más completo porque la protegen hombres de mano. Sus cuentas de gastos y sus representaciones y sus mandangas quitan el hipo.
Han vivido y viven tan ajenos a la ciudadanía y a la realidad social, a su quiebra cierta, al estado de ruina, a todo lo que no sea ellos y su mundo blindado, que tal vez todo lo anterior no sean más que cifras, caso de conocer las reales, que no sabemos; tan ajenos, tanto, tan en su desprecio, que ignoran el estado de crispación social, de encono, que han ido provocando. ¿Qué se esperaban? ¿O qué se esperan? Hacen bien en tener compañías de seguridad privadas que reclutan matones, compañías como la del ministro de Defensa que, pese a la petición formal de IU, no se investiga.
Es curioso, yo iba a escribir de la cara de boxeador sonao que se le estaba poniendo al consejero de Economía, tanto como al presidente de Gobierno, de sonaos a palo seco, los sonaos que no entienden ni jota de lo que se traen entre manos o del alcance del agujero que ha ido engordando a su vista y en sus manos. ¿Respeto dicen? Pues qué decir de la fabulosa cantidad de estupideces y patrañas que han ido soltando en los últimos meses referidas a una situación económica que se ha revelado peor que mala, desastrosa. Si la conocían, malo, por actuar de mala fe; si no la conocían peor, por ineptos.
¿Qué nuevo arte de gobernar es este en el que los ciudadanos no tienen derecho a enterarse de lo que pasa? Ni los ciudadanos ni sus representantes en la medida en que también se miente a estos o se les hurta la posibilidad de hacer preguntas en cámara o se suspende el debate sobre el Estado de la Nación. Un nuevo estilo ya digo, que ahonda el régimen autoritario que se va imponiendo.
¿Respeto? Solo tienen el de sus secuaces y lacayos, y el nominal que pueden imponer a punta de porrazo o de multazo, es decir ninguno en este segundo caso, porque eso no es respeto, eso es amedrentamiento, sometimiento social, jamás respeto, sino una máscara del servilismo. Un sistema que protege la impunidad flagrante e ilimitada de los gobernantes y el sometimiento cada vez mayor y más silencioso de los gobernados no a la ley, sino al capricho y a las cucamonas de gente como el apeinetado Miranda no está basado en el respeto sino en el miedo. Ese es un sistema legal que es preciso revisar y subvertir en la medida en que se pueda para impedir abusos de autoridad, de entrada, a los que la magistratura parece ser ciega y sorda, como lo es la ciudadanía que los apoya a ojos ciegos, más porque sí que por otra cosa.
Dívar se fue y se quedó el de los trajes valencianos del absuelto (por el momento) Camps, que también dará que hablar. De entrada porque es otro que está convencido de que estamos aquí para tragar ruedas de molino en la medida en que acaba de soltar que a Dívar se le ha alanceado por "cosas privadas". Cierto, cierto, cosas privadas, pero pagadas con dinero público. Corte de mangas pues. El que ellos nos dedican y por sistema. Como cuando dicen que no presionaron a los vocales del CGPJ para que apoyaran al Dívar. Si dicen que no, es que sí... al revés te lo digo para que me entiendas. ¿Respeto? Ninguno. No nos lo tienen cuando dicen cosas como que aquello en lo que nos jugamos a la vida "ni se televisa ni se radia". Nos chulean y nos imponen, encima, respeto. De no creer. Como no acordarse del Vaffanculo, aquel movimiento político italiano que no sé si pasó de ser un gesto burlesco. No nos dejan otra, la burla y también irán a por esa.