Hoy, día de la coronación, con más de 7.000 agentes de policía, 120 puestos de francotiradores a lo largo del recorrido entre el Congreso y el Palacio Real y 15.890 plantas en flor, asistimos a un inmenso paripé para escenificar el relevo en el trono y en la gran empresa familiar de los Borbones. Hace un par de días me quedé petrificada al leer el interesantísimo artículo de Joxerra Senar en el periódico Berria sobre el origen de la fortuna de 1.780 millones de euros del nuevo jubilado Juan Carlos, una de las doscientas personas más ricas del planeta según el New York Times. Cómo llegó a amasar esta fortuna en medio siglo es todo un misterio porque hay muchos intereses en juego, muchos presuntos implicados y muchas amistades peligrosas. Cuando Juan Carlos llegó a España a requerimiento del caudillo, la de los Borbones no era, precisamente, una de las familias más adineradas de Europa. Pronto el nuevo príncipe empezó a dejarse querer por empresarios, como José María Ruiz Mateos, y banqueros que veían claramente que para progresar tenían que acercarse al poder político. Maletas de Loewe llenas de dinero, cartas al Sha de Persia pidiéndole millones de dólares para "fortalecer la monarquía española", negocios negros como el petróleo con jeques y príncipes árabes, supuestos favores militares a Kuwait en su guerra contra Irak? Lo de los 7.5 millones de euros anuales del presupuesto de la Casa Real es sólo una mínima parte de todo este tomate. Y tras la coronación llegará el blindaje expres de J.C. antes de que empiecen a salir por ahí más trapos sucios.

(P.D. Por lo visto Juanito ya apuntaba maneras desde pequeño y con seis años le robó a su padre una pluma de oro que vendió por cinco francos a uno de los porteros del Hotel donde residían en Suiza).