Definitivamente, nada tiene que ver el té de las cinco británico con el del relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor de los peperos españoles.
Son estilos totalmente diferentes. Mientras el primer ministro David Cameron les lanzaba estos días a los escoceses mensajes de enamorado despechado como “Se me rompería el corazón si esta familia de naciones desapareciera”, “La independencia no sería un ensayo de separación sino un divorcio doloroso” o “Queremos desesperadamente que os quedéis”, el ministro español García-Margallo amenazaba a Cataluña hasta con la suspensión de su autonomía si se empeñan en seguir tocándole los plebiscitos. Y lo de los tanques no lo dijo pero seguro que se le pasó por la cabeza.
Madrid está marcando su territorio. Hasta la propia Yolanda Barcina ha recibido un rapapolvos. Ella, que fue con su impecable chaqueta blanca a negociar con Montoro en son de paz, salió humillada y lanceada como el pobre Toro de la Vega.
De lo que se trataba era de pedirles a los colegas del gobierno central que retirasen los recursos interpuestos contra varias leyes tributarias navarras y lograr un pacto, un acuerdillo o cualquier cosa que le permitiese volver como la gran defensora del autogobierno, los Fueros y el brazo de San Francisco Javier, y en lugar de eso Montoro le metió en el bolso un facturón de 1.500 millones de euros. Y además dice que no entiende el revuelo que se ha montado por ello en Navarra. Es un crack.
Si hace 120 años el pueblo respondió con la Gamazada cuando intentaron suprimir el régimen fiscal foral, ahora habría que ir pensando en preparar la Montorada y si la presidenta fuese coherente con lo que dice, tendría que ser ella la primera en salir a la calle blandiendo en su mano el manifiesto en defensa del autogobierno que se presentó el otro día, cual encarnación viviente de la mismísima estatua de los fueros.