Ayer estuve toda la mañana estremando. A la que se cocían las lekas, zirri-zarra, con la mandarra bien puesta, me limpié toda la casa. Estas cosas es mejor hacerlas así, con un poco de induria, porque si no se hacen eternas y al final te entra la modorra y se acabó. Hasta tuve tiempo de ordenar un armario y de tirar cuatro zarrios a la basura, que no hacían más que ocupar sitio. Una mañana bien aprovechada hasta que quitando el polvo llegué a la estantería donde tengo el Vocabulario Navarro de José María Iribarren, aquel abogado tudelano que durante la guerra fue requerido como secretario particular por el general Mola, artífice del alzamiento en Navarra. No obstante, era un gran amante de la cultura y llegó a ser presidente de la sección de Folclore de la Institución Príncipe de Viana, vocal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, académico correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca, Institución Fernando el Católico de Zaragoza y hasta de la Academia Tucumana de Folclore. Sin duda, uno de los más reconocidos intelectuales navarros de los últimos tiempos y nada sospechoso de rojo separatista, precisamente. No pude evitar la tentación de ir a la letra E. Avancé hacia EU y después hasta EUS y ahí estaba la definición escrita a principios de los 50: “Euskaldun: Vasco: individuo que habla vascuence: ‘el que tiene la lengua vascongada’. Comprende, pues, al vizcaíno, guipuzcoano, alavés, navarro de la Montaña, suletino y labortano”. Y debajo estaba el término Euskalerría: “Nombre que dan al País Vasco; es decir, a Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra en España, y Laburdi, Benabarre y Zuberoa en el país vasco-francés. Euskalerría significa en vascuence pueblo de los euskos o vascos”.
Y pensé: ¡cuánto están zirikiando algunos zikiñosos para convencernos de que no somos lo que somos!