Ya tengo el regalo ideal para Roberto Jiménez, por si a alguien le toca en el amigo invisible o así: un desfibrilador de bolsillo. Y es que visto el efecto que le produjo ver el escudo de Navarra integrado en el de Euskal Herria en una plaza de Rosario en Argentina, que nada más bajar del avión corrió al Parlamento para denunciarlo, lo mismo tenemos un disgusto estas Navidades. Y es que se acerca Olentzero rodeado de subversivas txapelas y chaquetas vascas plagadas de escudos “que otorgan a Navarra un papel de mera provincia o mero territorio de un ente del que no forma parte”. Un sinvivir.
Con el escudo ocurre como con la denominación, que no hace referencia a una realidad institucional sino a una realidad cultural y social, que es algo diferente, como lo expresó claramente la Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia en 2004: “Esta Real Academia reitera la propiedad, corrección e idoneidad del nombre Euskal Herria para el conjunto de las siete provincias o territorios, nombre no asimilable ni equivalente a cualesquiera realidades político-administrativas. Al mismo tiempo, recuerda la necesidad de respetar una tradición secular que nada ni nadie puede interrumpir o tergiversar”.
De todas formas es curioso comprobar cómo a algunos este escudo les quema la retina y la laureada, en cambio, no les hace ni parpadear. Y ya puestos a fijarnos en carteles: ¿qué les parece que el Ayuntamiento de Pamplona se esté gastando 20.000 euros nuestros en cambiar rótulos de las calles, para cumplir con la Ordenanza del Euskera, en teoría, pero dejándolos prácticamente igual o peor? Suena a chiste pero está sustituyendo placas que decían “Calle / kalea Cendea de Iza” por “Calle Cendea de Iza kalea” o “Calle de San Francisco / San Frantzizko kalea antigua rúa de las cuchillerías / rúa de las cuchillerías aintzinean” por “Calle San Francisco kalea antigua rúa de las cuchillerías ohia”. Toma ya.