El poder de la ciencia
vivimos el pasado viernes lo del eclipse y, a pesar de que las nubes impidieron verlo en directo, el que nos juntáramos unas cuatrocientas personas, niños y mayores con muchas preguntas y ganas de conocer esas cosas minoritarias de la ciencia me reafirmó una vez más en que posiblemente haría falta más ciencia y menos pan y circo. Y no solo porque en ciencia sea más difícil amañar partidos o despistar dinero y tributos; no solo porque sea más barata (desde luego, parafraseando a Derek C. Bok, la ignorancia es mucho más cara); no solo, en fin, porque sea una herramienta que mejora el mundo haciéndolo más libre y solidario. También porque el poder de la ciencia y el conocimiento debe ser usado para arrinconar a los chorizos que se aprovechan de la ingenuidad.
Acaso todo esto les suene a manido, incluso demagógico; que cuando se pasa hambre la ciencia (o en general la cultura) se ve cosa elitista y superflua. Y así es lo que sucede, que desde hace años nuestro país ha dejado de pagar las magras cuotas de participación en importantes sociedades científicas internacionales, o dejado colapsar muchos proyectos científicos con la precarización sistemática de institutos, universidades y demás. El año pasado nos echaron del Programa Internacional de Descubrimiento Oceánico o del Programa Internacional de Perforación Científica Continental (geología que ayuda a prevenir desastres), tardamos dos años en engancharnos al proyecto del nuevo telescopio europeo o dentro de nada lo mismo nos caemos de los organismos internacionales de las ciencias químicas. Por supuesto, con uno solo de esos cohechos que todos conocen pagábamos eso y diez veces más. Pero aquí la gente es como es y volverá a votar a estos energúmenos. ¿Casta? No, qué va, directamente delincuentes. Ese si que es el eclipse más terrible, la marea del siglo, el caloret faller.