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Un poco de luz

Mi amigo Julio es un buen óptico y mejor persona. A mi amigo Julio le acaban de dar en Santiago de Compostela el premio al mejor cooperante del año 2015 de una fundación dedicada a llevar un poco de luz a gente con problemas visuales de los países del tercer mundo. Zorionak, mutiko. Mi amigo Julio, además de romperse los cuernos todos los días para sacar adelante su negocio, dedica desde hace un par de lustros parte de sus escasas vacaciones para llevar cristales graduados y monturas a países como Mauritania o Togo. Allí, un par de semanas al año, pasa consulta, receta y suministra, en compañía de otros ópticos y oftalmólogos voluntarios del Estado. Mi amigo Julio no es un héroe. Yo me lo imagino avergonzado tanto por el premio como por estas líneas. Mi amigo Julio es una de las miles de personas que, en esta provincia de nuestros pesares, mete horas en comedores sociales, ONG, grupos de ayuda a colectivos desfavorecidos, campamentos de verano y organizaciones a favor de mil causas diferentes, todas igual de defendibles e igual de necesarias, y que con su esfuerzo intentan suplir los olvidos, carencias o políticas regresivas de las instancias gubernamentales, tanto para lo próximo como para lo lejano. En esta columna se ha hablado mucho del espíritu de saqueo, la soberbia, la falta de vergüenza, el mal hacer y la rampante incompetencia de bastantes de quienes nos gobiernan y administran. Ahora que, por lo menos a nivel doméstico, a algunos de ellos los vamos a perder de vista por una buena temporada, convendría que quienes los sustituyan tomen como referencia a toda esa admirable gente que, como mi amigo Julio, a cambio de nada, ?a veces de algún disgusto, o de algún desprecio?, intenta hacer un poco de luz en este mundo de demasiadas tinieblas. A todos ellos y ellas, lo mejor de este verano, que se anuncia caluroso y cambiantemente luminoso. Iraila artio.