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Temple

En gran parte de los premios literarios de este país hay corrupción. Al menos, en los más publicitados. Vamos a ver, una distinguida editorial española (aquí podría ponerse el nombre de unas cuantas) convoca un premio literario con unas bases estrictas, una dotación económica atractiva y un jurado compuesto por intelectuales, escritores y críticos de prestigio, y a ese premio se presentan cientos de autores ignorando que no tienen ninguna posibilidad de ganarlo, porque el ganador está decidido de antemano y el fallo que se anuncia con pompa es una farsa. Se trata de un fraude cultural que opta por lo más vendible y conforma el gusto. Un sistema que las grandes editoriales comerciales (no tanto las pequeñas e independientes que tienen que intentar sobrevivir como pueden), utilizan para obtener notoriedad en los medios y proporcionar a sus productos una publicidad gratuita en los programas culturales y en los escaparates de las librerías. Lleva décadas practicándose sin que la mayor parte de los implicados (escritores, editores y críticos a los que se supone una cierta valía y una cierta altura ética) lo descubran. Muchos de ellos (no uno, ni dos, sino decenas), autores famosos que no dudan en denunciar en sus artículos la corrupción de los políticos, aceptan avalar con el prestigio de sus firmas certámenes amañados. Les pediría que dejarán de participar en esa vergüenza. Y les animaría a que tuvieran el temple de admitirlo públicamente y contar lo que saben. No solo están engañando a los autores que creen competir en buena lid, sino también a los lectores. Compras un libro premiado confiando en que poseerá una calidad garantizada por ese gran jurado refulgente y te encuentras con un fiasco infumable. Me ha pasado. Y no creo que en este país seamos todos unos corruptos, como dicen los corruptos. Hay escritores que se niegan a colaborar con esta mierda.