A veces me pregunto qué habría sido de nuestra vieja y entrañable comunidad foral sin la UPN, Lutxo. Pero no sé qué responderme. Soy incapaz de imaginármelo, viejo amigo. En toda tribu humana están siempre presentes las dos eternas facciones.

La que mira un poco más hacia el pasado pensando que nunca estaremos tan bien como estuvimos y la que mira un poco más hacia el futuro pensando que tal vez más adelante estaremos mejor. Y como suele ocurrir habitualmente, los que más pueden perder son los que más quieren conservar, eso está claro. Ya lo dijo Albert Einstein cuando le preguntaron por la naturaleza humana: El que disfruta de privilegios no se resigna a perderlos fácilmente.

A veces, en las largas tardes de primavera, lluviosas y melancólicas, pienso en aquellos irrepetibles líderes de antaño, Jaime, Sanz, Barcina, Esparza, y me quedo mudo, Lutxo. Qué cerebros aquellos, le digo. Y entonces me confiesa que, a él, el que más le gustaba era Alli. Y cuando le pregunto por qué, me contesta que porque llevaba txapela. Sin más. Y es cierto, no le quedaba mal. En fin, estamos en el Torino un día más intentando averiguar la naturaleza de los motivos que, una y otra vez, están impidiendo, de forma insistente, la posibilidad de que Ibarrola pueda acudir a las comisiones municipales como seguramente a ella, tal vez, le gustaría, pero nos faltan datos.

Al final, Lucho dice que probablemente no puedan sancionarle por no ir. Y además opina que el hecho de que no se contemplen ese tipo de sanciones constituye una invitación tácita del perverso Asirón para que Ibarrola no pueda cumplir con su deber. Eso dice. Cada cual razona con la lógica de que dispone, en función del cerebro que le ha tocado en suerte. Es curioso que, en esto del reparto de cerebros, todo el mundo está contento con el suyo.