Uno de los aspectos que con más claridad expresa la velocidad de los cambios que vivimos es el reciclaje de basuras. De chavales, bajábamos el cubo o la bolsa al portal y hasta allá se acercaba el basurero quien, con un gesto más que aprendido, lanzaba los desperdicios al camión. Aún recuerdo la de vueltas que di alrededor del primer iglú que colocaron en mi barrio.
Ahora tenemos contenedores a montón y varios sitios a los que llevar los muchos desechos de una vida con excesivos embalajes: basura orgánica, latas, briks y plásticos, vidrio, papel y cartón y lo que venimos a llamar resto tienen sus propios depósitos cerca de casa. No olvidemos los cubículos para las pilas, las medicinas sin uso y las radiografías que van a las farmacias, el aceite usado y objetos variados que hemos de llevar al punto limpio, los voluminosos que recogen los Traperos de Emaús y los nuevos contenedores de ropa, por no hablar de los escombros, los restos de poda, etc. Todo tiene un lugar donde acabar sus días y no es sencillo. Sin embargo, Navarra es la comunidad que más envases recicló el pasado año y doblamos de largo la media en la recogida de papel y cartón. Cierto que fácil no nos ha resultado, pero sigue siendo imprescindible reciclar con cabeza en pos del máximo respeto a nuestro entorno.