El jueves pasado cogí la 5 en la plaza de la Cruz para ir a un funeral a la Txantrea. Apenas había llegado la villavesa a la plaza de Merindades, el conductor nos explicó que iría por la cuesta Beloso, que la bajada Labrit estaba cortada a la altura de la Plaza de Toros. El personal sacó los móviles y antes de llegar al Seminario sabíamos que la razón del cambio de trayecto eran las protestas por el cierre del gaztetxe. Se escucharon varios ¡ahhh!, como respirillos, como no es para tanto. Hora y media después, otra villavesa invirtió el mismo recorrido para volver al centro. Se repitió, aunque en menor medida, la escena anterior, el pasaje contaba con información previa.

La mayor parte de la gente que conozco responde a este patrón. Independientemente de cómo dicen que actuarían (o habrían actuado en los inicios de la ocupación), consideran el gaztetxe un asunto absolutamente menor, sobredimensionado, sí, por un lado por lo que tiene de punto de encuentro o no entre fuerzas políticas que se quisieron tanto y fueron tan sinceras, entre ayuntamiento y gobierno, y por el otro, algo desfasado en su discurso, con un componente épico que no aguanta dos manzanas más allá del epicentro, que suena a otros tiempos, un discurso varias tallas mayor del necesario, con tanta tela y tanto vuelo que deja a la vista lo que debería tapar. Gaztetxerik Gabe Bakerik Ez! Maravillas Herriarentzat /Sin gaztetxe no habrá paz. Maravillas para el pueblo.

Nada que objetar a la segunda parte. Sean para el pueblo y con él todas las maravillas, prodigios, milagros y portentos. Es un bonito lema. Todo un buen deseo, generoso y sin límites. La primera parte es más bronca y tal vez, pero solo tal vez, un poquito ¿exagerada?, ¿pretenciosa?, ¿retadora?