Querer es poder, dice el refrán popular y, aunque soy consciente que la expresión tiene sus límites, no es menos cierto que la voluntad es el requisito imprescindible cuando una persona, entidad o pueblo quiere sacar adelante algún propósito.

Cargado de voluntad, con una fe inquebrantable y con arrojo y desparpajo, se pueden abordar objetivos, habitualmente inalcanzables para gente tan normalita como nosotros, y dichos ingredientes resultan ser el motor que necesitamos para superar todo tipo de obstáculos que se nos presentan, algunos de forma natural y otros intencionados, y que debemos ir dejando a un lado antes de alcanzar la meta.

Estos días, en la localidad de Azpeitia, con motivo del proyecto de reapertura de la empresa metalúrgica Coarrugados, observamos el encontronazo o choque de trenes entre dos maneras de ver el país y de afrontar las cuestiones que atañen a la faceta socio-económica de la vida. Diferentes visiones y estilos de gobernar donde, por una parte, los políticos marcan el rumbo y lideran la gestión de los proyectos para intentar materializarlos, por la otra, una visión donde los políticos se aferran a argumentos técnicos y jurídicos en lo que parapetarse y así, frustrar el proyecto en el que no creen.

No se crean que es algo exclusivo de Azpeitia ni de una formación política en concreto. La enfermedad de la tecnicitis cuyos síntoma principal, tal como decía, es parapetarse en informes técnicos para no hacer aquello que suponga el más mínimo riesgo político, es una enfermedad muy extendida en el colectivo político y afecta al conjunto del entramado institucional, comenzando desde el municipio hasta las más altas instancias europeas y/o mundiales.

En el sector primario sufren las consecuencias de dicha enfermedad y son numerosos los casos donde pequeños proyectos agropecuarios son paralizados per secula seculorum, cuando no rechazados, mientras contemplamos como esa misma legislación y normativa se flexibiliza, cuando no se retuerce consecutivamente, hasta encontrar encaje a ese proyecto industrial, energético o comercial que es visto con buenos ojos por parte de la autoridad correspondiente. Ósea, que cuando hay voluntad de sacar algo, siempre, se da con la llave que abre el candado que cerraba el futuro de los ansiados proyectos.

En los años que llevo trabajando en una organización agraria, he conocido multitud de casos como aquel en el que a una familia ganadera se le negaba la posibilidad de modificar un proyecto de carretera que les perjudicaba gravemente, amparándose en sesudos informes de seguridad vial, para que al poco tiempo, tras sonoras y efectivas protestas de varios vecinos urbanos, se llegó a doblegar la oposición política, tras lo cual, comprobamos que la inseguridad vial desapareció y la modificación, obviamente, obtuvo el pertinente visto bueno institucional.

Conozco, en estos momentos, pequeños proyectos de jóvenes productores que no ven la luz por incomprensibles barreras municipales establecidas por normativas obsoletas, informes técnicos despegados de la realidad y, lo que es peor, políticos incapaces de impulsar la modificación o interpretación necesaria para sacar adelante proyectos agropecuarios que, si bien desde el punto de vista municipal o territorial son diminutos, para esos jóvenes son la garantía de vida y que, para el conjunto del sector, son una renovación de efectivos a la que no podemos renunciar.

Más sangrante aún, en la Sierra de Aralar, más concretamente en pertenecidos a la Mancomunidad de Enirio-Aralar, existe un tramo de camino, que aún habiendo obtenido las pertinentes autorizaciones medioambientales, es decir, con informes favorables a su ejecución, los responsables políticos máximos de la Mancomunidad se niegan a tramitar dicho proyecto por que, según unos inexistentes informes que nadie conoce, su tramitación sería inviable. Como verá, en este caso, no es el técnico quien censura la materialización de la idea del político, si no que éste mismo, se autocensura, dando muestra evidente de una falta de voluntad por ejecutar el camino.

En definitiva, los hay, quienes se parapetan tras informes técnicos, sean urbanísticos, medioambientales o de otra cualquier temática; los hay quienes se parapetan tras estrategias y directivas europeas; los hay quienes se amparan en el malvado adversario chino para impulsar o frenar determinadas cuestiones, pero lo cierto es que cada vez tenemos una clase política más pendiente de cumplir a rajatabla todos los artículos y puntos de la normativa que de luchar, contra viento y marea, para sacar adelante los proyectos de la gente. En nuestro caso, la gente que vive de, por y para la tierra.