me preguntó una amiga que vive fuera qué pasa con el Maravillas y le dije: me la suda. Como nos conocemos, se reía. Evidentemente, no es así, pero era la manera de expresarle el hartazgo que provocan determinadas cuestiones en sí mismas muy menores pero que por los intereses de determinados colectivos y partidos acaban convirtiéndose en asuntos de estado. O de ciudad. O de comunidad. A mí me preocupa que en 2017 mi pueblo perdió el 12% de su población, no malgasto mucha mente con vainas de estas, las que por cierto llevo media vida aguantando. Pero sí tengo unas leves opiniones, personales por supuesto, aunque ya digo que por saturación histórica determinados conflictos me hartan desde su mismo inicio: 1) me parece lógico que la juventud quiera lugares de encuentro y autogestión. 2) es lógico a su vez que el poder, el que sea, defienda que los lugares públicos no sean ocupados y menos con riesgo para nadie. 3) no me gustan las policías repartiendo, tampoco las bandadas de peña haciendo la guerrilla por su cuenta. 4) el gobierno ha metido la gamba en formas y tiempos. 5) los chavales y chavalas han hecho oídos sordos a ofertas de lugares que para sí quisieran en otras partes. 6) bajo el paraguas del poder y la legalidad no puedes hacer lo que te plazca. 7) bajo el paraguas de la autogestión, el anticapitalismo y bla bla, tampoco. 8) lo que realmente me abochorna es, como siempre, a esos adultos escondidillos detrás de la juventud, azuzando y metiendo caña, políticos de medio pelo incluidos y políticos municipales incluidos, cuando si pasa algo el marrón no les cae a ellos y cuando si cae medio porrazo no les cae a ellos. 9) dialogar es dialogar, no esperar que el otro llegue con los calzoncillos en los tobillos. 10) hace mucho frío, hay gente que hoy dormirá en la calle. Hay problemas serios y graves que hay que solucionar. Esto, también. Pero en su justa medida.