Dice el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, que su sueldo de 300.000 euros al año es “una retribución humilde en un ámbito empresarial de alto nivel”, lo que ha servido para que se le echen encima. A ver: hay que comprender a esta gente. Y lo digo completamente en serio, sin ninguna ironía: esta gente cree en eso que dice, porque es cierto que viven desde que nacen en ese aceitillo. Este en concreto nació en Getxo, donde la alta burguesía vizcaína, y media vida la ha hecho con los negocios familiares, las grandes empresas, se casó con una aristócrata, ha saltado de consejo en consejo como saltan estas gentes de consejo en consejo y de yate en yate y del hoyo 11 al hoyo 17 y de la hípica al consejo otra vez ayy qué fatiga. ¿Qué culpa tienen ellos de haber nacido ricos y seguir siéndolo y de querer para ellos y los suyos los mismos escenarios y privilegios de toda la puta vida de Dios? Ninguna, ninguna, seamos sinceros, tendrían que hacer un esfuerzo de reducción de sus aspiraciones, lo que iría contra su naturaleza. ¿Ustedes serían capaces de creer que la posición en la que nacieron es injusta e ir hacia atrás? No, seguro. Pues estos tampoco. Lo suyo les parece normal y, como ha dicho él, que el Salario Mínimo suba a más de 900 euros será un freno, para lo suyo, claro, que es lo que cuenta. ¿Cómo vas a culpar a alguien así? Es imposible, no puedes sino entender que a fin de cuentas cada uno es hijo de su entorno y este está rodeado de personas con sueldos anuales superiores al suyo, así que aún estará al caer la famosa frase “yo haciendo esto pierdo dinero”, que es otra de las favoritas de quienes no solo entregan su talento al bien común sino que nos recuerdan que encima lo hacen con un esfuerzo personal ímprobo. Estamos rodeados de esforzados que lo hacen por nosotros, se bajan sus humildes retribuciones y encima les criticamos. No tenemos perdón.