Leí que el 9 de septiembre a las 9.03 de la mañana hora de aquí puede caer sobre la Tierra un asteroide de unos 40 metros de diámetro cuya devastación aproximada consistiría en unos 2.000 kilómetros cuadrados arrasados -el tamaño de Gipuzkoa-, estropicio similar al que tuvo lugar en Siberia en 1908. La probabilidad que estimaban los expertos de que finalmente dé contra la Tierra -o estalle ya superada la mesosfera, de 50 kilómetros de altura hacia abajo- es, sin embargo, de 1 de entre 11.428. Además, teniendo en cuenta que la Tierra tiene 510 millones de kilómetros cuadrados, la posibilidad de que caiga dentro de los 2.000 kilómetros cuadrados en los que está ahora usted es de 1 entre 255.000. Sería muy mala hostia, pero del tema este de las probabilidades no te puedes fiar: ahí tenemos a Pedro Sánchez de presidente del Gobierno, ¿no? No obstante, sumando ambas probabilidades, la posibilidad real de que caiga donde uno esté el 9 de septiembre a esa hora es de 1 entre dos mil novecientos catorce millones ciento cuarenta mil. Lo dicho: complicado, aunque será en julio cuando se sepa con más precisión si nos va a caer encima y, en ese caso, a quién. Lo inquietante, de todos modos, fue enterarme de que existe una lista de artefactos de estos que andan dando vueltas por el Universo según su riesgo de impacto, una lista larguísima en la que se detalla además su tamaño, posible año de impacto y toda clase de detalles acerca de los distintos objetos que amenazan con hipotéticamente cruzarse en nuestro camino y darnos un buen meneo. Es la típica cosa que yo al menos descubro y que no sé si me tranquiliza o me pone mucho más nervioso de lo que estaba antes de saber nada. Lo único que me calma un poco es que veo que el más peligroso y grande con diferencia y que más opciones tiene además de caer -1 entre 4.000- lo hará en el año 2.880. Ahí te jodas, Jordi Hurtado.