Volvemos a donde dejamos algunas cosas en julio de 2015 en Pamplona: a 1939. El nuevo alcalde, Maya, ya ha dejado claro que va a estar en los actos religiosos privados que considere y que lo va a hacer como alcalde y que, si hay que costear algo de esos actos religiosos privados, lo hará: “el Ayuntamiento costea cosas que se hacen en la ciudad, que los ciudadanos quieren, y por el hecho de ser un acto religioso, no va a dejar de hacerse”. La primera de esas cosas fue la procesión llamada del Corpus, que disculparán que no sepa qué es y ni falta que me hace. Lo que sí sé es que los pamploneses, creyentes o no, pagaremos a escote los 2.000 euros en flores y hierba que se lanzaron al suelo, en un país aconfesional como en el que estamos, unas flores y una hierba que forman parte del atrezzo de la superstición esta -menos mal que no forman parte angulas o botellas de Möet Chandon-, pero que “como los ciudadanos quieren...”. Oiga, no, por mucho que los ciudadanos quieran o dejen de querer -que es mucho decir-, esta clase de encuentros en la tercera fase que se los autogestione el Arzobispado de la religión correspondiente, en este caso la católica. Cada cual que se pague los efectos colaterales que para el conjunto de la sociedad puedan tener sus creencias íntimas de la clase que sean, porque empieza a ser realmente insultante seguir viviendo en el año 2019 en una situación así: 2.000 euros pagados con la contribución de los pamploneses. Vamos, vergonzoso y nada cristiano. Y luego está la propia presencia de la corporación municipal o de algunos de sus miembros, que acuden como tales a estos actos privados. Esto también debería de estar estrictamente prohibido y cuando no se cumpla esa prohibición debidamente castigado o sancionado. Y si quieren ir como ciudadanos y poner de sus nóminas los 2.000 para hierba y flores, Panta rei, pero abusos ninguno. Basta ya.