leo que la nueva presidenta del Gobierno de Navarra, la socialista María Chivite, comentó el otro día que “esta crispación y radicalismo de la derecha es difícilmente mantenible durante cuatros años”. Imagino que estas palabras son fruto de su bisoñez en el cargo, de haber estado algo despistada los últimos cuatro años o sin apenas hacer caso a ciertos medios de comunicación o redes sociales o por puro alucine ante el nivel de acoso y derribo que se ha vivido en los últimos meses. Pues no, no va a bajar mucho, lo que hay en general es esto. Y lo hay por la sencilla razón de que la derecha cree a pies juntillas que el poder es algo que le corresponde en propiedad, que si no gobierna en primera persona lo hace -y solo gracias a ella- quien considera mejor que tiene que hacerlo y que si se abre un escenario en el que ella no figura tiene la potestad de decir a los demás -y de la manera que le dé la gana- qué deben hacer y cómo y con quién. Y, quizás más importante, porque la derecha sabe que con un gobierno de esta clase se abre una puerta de futuro hasta ahora cerrada, un futuro en el que la derecha puede estar chupando banquillo mucho tiempo y no por circunstancias tan puntuales como las que se dieron en 2015. La derecha sabe que si el PSN mira hacia el lado en el que no está ella y sí hacia el otro puede pasar lustros en el banquillo. Y esto es muy terrible para la derecha, claro, con lo cual que no espere Chivite ni un solo día de oposición mínimamente limpia desde ese flanco, lo suficientemente numeroso y enrabietado como para aguantar el ritmo toda la legislatura e incluso incrementarlo. Veremos cómo sigue la cosa, al igual que la confianza de que quienes jamás han creído en el PSN como agente de cambio y que seguimos mirando con expectación qué hay de cierto y estable en todo esto. Porque más de 20 años de entreguismo no se eliminan de la mente en un verano.