El otro día me llamaron campeón. Tengo 46 años y al ladito los 47. Campeón. La madre que me parió. La última que vez que quedé campeón de algo fue en 1985, que fui campeón navarro de 3 kilómetros marcha infantil. Campeón? anda no me jodas. Campeón, figura, fenómeno, artista, crack, txapeldun, monstruo? Un par de tiros en las piernas cada vez que te dicen eso y ya se esmeraría más el personal, ya. Pásalo mal, cabrón, aguanta el mal rato y pregúntame el nombre, que tampoco pasa nada, que nos pasa a todos: ¿cómo me dijiste que te llamabas? Es que soy un desastre para los nombres. O saluda sin más: hola, buenas tardes. Se puede, ¡eh! Pues no, nada: ¡hola, campeón! ¡Campeón pollas! En todo caso, ni comparación con quien le dice campeón a su hijo. Hay asín de estos: muy bien, campeón, tú solo por el tobogán. ¿Está usted criando a un niño o amaestrando a un hámster para el circo? Campeón? No me jodas, es tu hijo. Tendrá un nombre, ¿no? Úsalo. ¿O se os olvidó? Campeón Martínez Echeverría. La custodia les quitaba yo en casos así. Bueno, bromas aparte, lo del campeón es una plaga. O no sé si tanto plaga como duradero, porque viene usándose sin grandes bajones en los porcentajes de campeonhablantes desde hace varias décadas, debe de ser una cosa ya instalada en el gen, como cualquier otro asunto de la forma de ser. Lo curioso es que suelen ser además -y por lo general- habladores, no de los que en diez minutos hablan mucho pero pueden estar cinco callados sin sufrir espasmos, no, de los no soportan ni 10 segundos de silencio. Qué digo 10, ¡ni 5! Ya saben, los conocen, quizá tengan uno en casa o en la cuadrilla. Ni un puto segundo callaos y qué pasa figura. Pasa que como no cierres la bocaza, artista, fenómeno, crack, igual te introduzco la farola por el garganchón. ¡Y corre a por tu niño, que lleva 12 bajadas sin parar por el tobogán y le va a dar un zafarrás!