Es fascinante el país España, país en el sentido de institución y de todo el entramado que cuelga de nuestras pelotas y de nuestros impuestos y que si algún día a alguien le da por cortar con una tijera parte de esa tela de araña igual pagamos la deuda pública y nos da a cada uno para irnos un mes de vacaciones al Pacífico o más. El panteón donde van a meter los restos de Franco, por ejemplo, es propiedad del Estado, al parecer como todo el cementerio en el que está el panteón, edificado en 1969. Hace unos meses, el cementerio pasó de Patrimonio Nacional (Ministerio de Presidencia) a Patrimonio del Estado, que es una dirección general que depende del Ministerio de Hacienda y que será un chorreito de dinero año a año, con sus mantenimientos y sus cosillas. El panteón donde va Franco, en el que ya están los restos de su mujer, costó 11,5 millones de pesetas de 1969, pagados a toca teja por el Ayuntamiento de Madrid, que entonces dirigía Arias Navarro. Huelga decir que el Ayuntamiento de Madrid regaló el panteón a los Franco con el dinero ingresado de los madrileños, según dicen un dinero destinado a ayudar a los parados. 11,5 millones de pesetas de hace 50 años vienen a ser, aplicando la inflación acumulada, unos 1,5 millones de euros de hoy en día, despistados de las arcas públicas para que después de 31 años en sitios diferentes La Collares y El Invicto vuelvan a estar juntos. Los Franco, como se ve, no gastan ni en pipas, porque van de nicho público a nicho público pero vaya nichacos. El dineral que nos ha costado el muerto este no se puede ni calcular, un dinero que nos va a seguir costando. Cerca suyo en el cementerio de Mingorrubio va a tener a muchos dirigentes franquistas -Arias Navarro, Carrero Blanco, etc- y, curioso, al dictador dominicano Leónidas Trujillo, con decenas de miles de muertos a sus espaldas. Vamos, que no lo sacan de su zona de confort.