Nueva York va a invertir 1.700 millones de dólares en varios proyectos para, según el portavoz de su Ayuntamiento, “realizar un esfuerzo por romper la cultura del coche”. Entre las medidas, está crear 400 kilómetros de carriles bici protegidos, en una ciudad en la que en 2018 fallecieron 25 ciclistas en atropellos. En Pamplona, mientras, los ciclistas seguimos cruzando los dedos cada vez que nos metemos en las calles cuando no hay carriles bici disponibles -decenas y decenas de zonas y calles sin ellos- y circular por las aceras nos puede suponer un multazo. A su vez, contemplamos atónitos cómo el Ayuntamiento va a revertir parte de la actuación llevada a cabo en Pío XII para ofrecer 50 plazas de aparcamiento más, lo que demuestra lo de siempre: el espacio público ofrecido prácticamente gratis a los coches privados, mientras los medios de locomoción privados y públicos mucho menos contaminantes siguen esperando su turno para no ser considerados alternativas de segundo y tercer nivel propias de psicópatas o raritos con ganas de joder la manta. Pamplona, una vez más, guardiana de las esencias más rancias, mientras Europa y el mundo entero van reculando poco a poco de los desastres medioambientales y urbanos generados en el último medio siglo, con afecciones directas a la salud de los habitantes. Para atrás como los cangrejos.

Fe de erratas: mi columna de ayer daba por buenas unas afirmaciones que por error adjudiqué a Javier Esparza (Navarra Suma) en lugar de al colectivo de madres que reclaman la exención del IRPF de maternidad. Aunque Navarra Suma siempre se ha mostrado contrario a la deducción, la realidad es que Esparza no manifestó que “no beneficia ni a las rentas altas, ni medias, ni bajas”, sino que fueron las madres, así que mis disculpas a Javier Esparza por mi error y por los calificativos políticos de él derivados en la columna.