Asistimos últimamente a los espectáculos bochornosos que siguen protagonizando día tras día cargos públicos de Vox: si el lunes fue Ortega Smith no mirando ni a la cara a una víctima de violencia machista confinada en una silla de ruedas, el anterior es una diputada en contra del matrimonio homosexual o días atrás es Rocío Monasterio dando un mitin sobre inmigración a las puertas de un centro de acogida de menores. Es un no parar de racismo, xenofobia, homofobia y decenas de proclamas y de actitudes altamente dañinas, cuando no directamente fascistas. Esta gente ya está aquí y tienen nada menos que una séptima parte de los asientos del Congreso, poder en Andalucía y poder en muchas localidades. Y los tenemos en Navarra, también. Están. Y no son pocos. En las generales fueron nada menos que 18.500 personas, casi el 6% de los votantes, con localidades grandes por encima del 10%, como Tudela con casi un 13%, y destacada presencia especialmente en la Ribera. En las forales, parte muy importante de esos votos fue a parar a las filas de Navarra Suma, así que no veo de qué se extrañan en Navarra Suma cuando en ocasiones se les recuerda que por supuesto que entre sus votantes hay una nada despreciable -numéricamente- representación de la extrema derecha. Basta ver que en las forales Navarra Suma obtuvo el 36,5% y Vox el 1,5% y que en las generales esto fue un 29,6% y un 5,6% en noviembre y un 29,3% y un 4,8% en abril, apenas un mes antes de las forales: blanco y en botella. Miles de votos a Vox -más de 13.000- en abril fueron a Navarra Suma en las autonómicas de mayo, en un claro movimiento de voto útil para conseguir el mayor número de parlamentarios, ante la también poca o nula atracción que hasta la fecha ejercen los líderes locales del engendro. Pero estar, están. Y 13.000 o 14.000 de sus votos, entre los 127.000 que obtuvo en mayo Navarra Suma. Esto es así.