Días después de lesionarse de gravedad y de saberse que ya no podrá jugar en lo que resta de temporada surgió la noticia de que el agente del jugador de Osasuna Chimy Ávila había estado justo esa semana anterior a la lesión negociando un posible fichaje por el Barcelona. Ávila llegó a Osasuna por 2,7 millones de euros y su cláusula de rescisión es de 25 millones. Claro, queda feo decirlo ahora, pero antes de la lesión si a mí me ponen 25 millones delante por el Chimy -sintiéndolo mucho, porque es un excelente jugador para Osasuna-, lo vendo, como ya comenté en alguna red social. Lógicamente, lo ideal es que hubiese aguantado hasta junio y en junio se vende por ese dinero y todos contentos: salvados y con la caja llena. Pero las urgencias de los equipos en enero son altas y pensaba que ese dinero para un club como Osasuna, por mucho que Chimy llevase más de 10 goles y fuese parecía que básico, es mucho dinero. De hecho, si se llega a producir la venta, hubiese sido el caso más rápido y potente de revalorización de un jugador fichado en nuestra historia y una inyección que paga la remodelación del estadio y aún sobra. Ahora, por desgracia, especialmente para él, le queda un largo trecho y ojalá vuelva a vestir esta u otra camiseta con la misma energía y talento que ha demostrado hasta ahora. Lo curioso del tema es que tras saberse que su agente se había reunido con el Barcelona algunos aficionados han sentido eso como una traición. No sé, supongo que después de la lesión habrá quedado más claro aún que la vida de cualquiera en cualquier momento se tuerce y que si uno tiene la inmensa fortuna de que le pase delante del morro un tren que no pasa igual más que una vez qué menos que estar al loro. Sin mentir, actuando con honradez, sin engañar, yo al menos quiero jugadores que lo den todo cuando estén aquí. Si luego fichan por otros, toda la suerte del mundo y gracias.