s comprensible el enfado y hartazgo de la hostelería -no hablo de algunos de sus representantes, como el secretario general de AEHN, que desde tiempo inmemorial se queja de todo y siempre "han sido unos sanfermines malos"- mientras contempla cómo su modo de vida está cerrado mientras otros no o mientras lee una información epidemiológica concreta -no otras- que no les señala claramente como un lugar de contagio o al menos no de manera tan obvia como para determinadas restricciones. Es del todo comprensible, ya que, además, no tengo duda de que el 95% habrán puesto todo de su parte para convertir sus espacios en lo más seguros posible -distinto es que haya espacios que por su propia estructura sean más peligrosos puesto que en ellos hay que quitarse en momentos la mascarilla, como es el caso para comer y beber-. Como es lógico, demandan más información y motivación científica contundente para la situación que viven, más ayudas económicas directas y rápidas y más alternativas. Si yo fuese hostelero también estaría en esas, pero creo que a nadie nos hace falta serlo para hacernos un poco a la idea de su frustración y situación. Así que al margen de discursos victimistas per se o de la forma de comunicar a la sociedad que tengan determinadas personas, lo básico es responder con ideas, plazos y soluciones posibles a todos ellos, aunque imagino que cualquier gobierno con dos dedos de frente es el primero que arde en deseos de que se recuperen lo antes posible cuantas actividades económicas se pueda y que ninguno cierra nada por capricho. El reto está en, además, tratar de aportar soluciones novedosas para poder facilitar el uso de exteriores, estructuras tipo terrazas, toldos, etc, etc, amén de permitir abrir lo antes posible a quien ya tenga terrazas, zonas amplias y demás. Y el reto lo tendremos también los clientes: usando los espacios con la máxima precaución.