ice el otro día una columna comentando la calma chicha que había que tener para acudir a un evento de 151 personas sabiendo que no estaba autorizado. No critiqué a los asistentes, solo comenté que me parecía asombrosa su tranquilidad al acudir sabiendo que al no estar permitida les podía caer una buena. Dije también que a estas alturas estas reuniones deberían estar permitidas y de hecho ya lo están. El caso es que me guíe por lo que leí en medios y los medios hablaban de una fiesta. No era una fiesta, era un acto cultural y reivindicativo dentro de los actos del día mundial contra la LGTBIfobia. Así que, por la falta de información, mis disculpas a organizadores y asistentes, puesto que al no ser amplia la información existente la mía tampoco lo era. En cualquier caso, insisto, el texto era blanco y solo incidía en el hecho de la calma en acudir a algo así, fuese lo que fuese, sin tener el papelito correspondiente. Nada más, sin más pretensión. Dicho eso, el lector que me lo afeó -en todo su derecho- en las redes sociales ya aprovechó el viaje para hablar de si la conexión policía-medios-columnista -me llamaba delantero centro de la conexión policía-medios-opinión pública- toda esta retahíla de tópicos de peli americana que circula por algunas mentes. Hace mes y pico zurré a la Policía Foral -a sus mandos- y este lector debía estar despistado o no cayó en la cuenta. Vamos, debo de tener una conexión fija discontinúa. Es irrelevante, en todo caso, lo importante es mi sincera disculpa por no haber buceado previamente en qué clase de evento era -igual de respetable si es una misa evangélica- y al mismo tiempo mantener que sin autorización -aunque la hayas pedido y sea una vergüenza, que lo es, que no te contesten- me parece muy osado hacer un evento de cualquier clase. Pasará toda esta mierda que tanto distorsiona todo y nos reiremos, con nuestros errores a cuestas.