on muy libres los aficionados de Osasuna que abuchearon a Chimy Ávila el otro día. El asunto viene de hace unos meses, cuando Ávila colgó en redes sociales una camiseta con la cara del líder de Vox Santiago Abascal y una frase suya de estas de todo a 100, de superación y rollo cojones y fuerza, que son el pan nuestro de cada día de los deportistas. En su día -junio-, el delantero rojillo ya pidió disculpas y argumentó que no sabe nada de política y que le gustaba la frase y punto, pero determinados sectores de la grada o parte de esos determinados sectores no están por la labor y manifiestan su deseo de que el otrora ídolo -en la 2019-20 hasta enero parecía que teníamos a Messi en la plantilla- se largue, tras muchos meses de calvario por dos largas y serias lesiones y el mencionado incidente. La verdad, están en su derecho, pero a mí personalmente todas estas inmersiones extremas en la ideología ajena o en su supuesta ideología o ni siquiera ideología sino sin más tics siempre me han dado una pereza espantosa. Y detesto a Abascal profundamente y a todo lo que representa y ni agua. Pero que de ahí se pase a que después de las disculpas del delantero te autoadjudiques desde la grada el papel de hombre bueno y justo y recto y moralmente intachable y afees el rendimiento público de una persona solo porque no te gustó un hecho anecdótico de su vida privada me parece excesivo, especialmente como digo porque el hombre ya explicó sus razones y porque tampoco creo que seamos uno a uno nadie para autoadjudicarnos cómo deben de ser y actuar los 29 de la plantilla. Son millonarios y afortunados gracias a su talento y al caso exagerado que les hacemos, cierto, pero creo que eso no nos convierte en mejores que ellos porque sí a la hora de afearles lo que hacen fuera del campo. Pero respeto -aunque no lo comparta- su derecho a manifestar su desacuerdo.