l cordón sanitario, aparte de a Vox, habría que ponerlo con todo lo que suponga la política madrileña, los medios de comunicación y su espectáculo casi diario con lo que suceda en la villa y corte y, en general, con el permanente turre en el que se ha convertido la información gruesa sobre política en los últimos años. No sé ofrecer -puesto que no soy experto- una fecha o época exactas en las cuales la política dejó de ser algo que se nos ofrecía como importante para los ciudadanos para pasar a ser a algo convertido en una sainete o sainetes internos que objetivamente solo interesa a los afectados y a los medios y a nadie más y que se nos echa para desayunar, comer y cenar hasta que por la fuerza de la costumbre y la vía de la resignación se acaba convirtiendo en un asunto que o te interesa o haces como que te interesa. A mi, sinceramente, lo que le pase al futuro político de Isabel Díaz Ayuso o Pablo Casado me importa un huevo y la yema del otro y eso es algo que se ha conseguido a fuerza de meterme por la fuerza y por los ojos y oídos sus asuntos y provocado una reacción alérgica gravísima. Gravísima por intensa pero también en el sentido de que la deriva o situación del principal partido de la derecha española no es una tontería, puesto que de esa deriva pueden emanar gases aún más tóxicos que los actuales en forma de un mayor número de votantes recalando en un partido abiertamente reaccionario, fascista y peligroso como es Vox, un reducto en el que hasta hace 5 años estaban cuatro nostálgicos de Blas Piñar y en el que ahora tienes a gente de toda clase y condición y que en muchos lugares de España o tiene ya responsabilidades o las va a tener. Eso sí que acojona y a veces te da por pensar si parte de su éxito electoral no nace de la evidente cooperación y apoyo de mucha prensa de Madrid y del hartazgo ante lo que se ve en ciertos partidos como el PP. Da yuyú.