Miro hacia atrás no por nostalgia, sino como queriendo desenterrar un trozo de ilusión. Como cuando se mira por el retrovisor para encontrar en el ángulo muerto otra vez el horizonte. En esas estaba, tratando de encontrar en ese hueco turbio de la realidad el por qué de tanta apatía, tanta frustración y desengaño, en definitiva, tanta desmovilización. Recordé entonces una frase del marxista Fredic Jameson que dice: hoy es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Joder, pensé, pues ahí estamos que diría Induráin. Eso me reconectó las neuronas con una noticia que aparecía el otro día: el 71% de los navarros pertenece a la clase media. Vaya, que vamos sobraos de satisfacción y seguridad. Ya está, pensé, no le des más vueltas; si un estudio dice que los navarros hemos enterrado la lucha de clases como se entierra el hacha de guerra, sobra preguntarse por qué no asaltamos la Moncloa, por qué no estamos en las barricadas, no hacemos huelgas, no nos movilizamos, no nos encerramos, no sacamos pancartas o dejamos de pagar la luz. Y es que ese 71% de navarros y navarras fichan a diario en la sociedad del rendimiento, trabajan, están concienciados con el consumo, la alimentación, las injusticias lejanas y las cercanas, eso sí, si no requieren un revolcón personal. Esta clase se cuida, es culta, se afeita a diario, tiene buen nivel de ingresos, es deportista, está enganchada a series, con buen nivel de ingresos y busca retos permanentes. Esta es la clase que ha destilado la rebelión. Si aún no dan con la respuesta a tantas preguntas, salgan a la calle y vean dónde nos movilizamos: San Fermín de Aldapa, El Día del Casco Viejo, el de las Peñas, la fiesta el Rosado, el Día de la Txistorra, la semana el pincho, la semana de la tortilla, Vermuteando, el juevintxo. Y así hasta reventar. Como si no hubiera un mañana. ¿Utopías?, las justas. Y nunca más allá de la optimización de uno mismo. Bueno, el viernes pasado a unos miles el clima les animó un poco.