El pin neandertal no es un invento murciano. En 2010 se lió en Francia cuando el Collectif pour l'Enfant infectó las redes contra la proyección en las escuelas del documental El beso de la luna. Los padres lograron retirar la película del proyecto curricular. Ya puestos, en 2014 se vinieron arriba y organizaron la jornada "Saca a tu hijo de la escuela" para protestar contra la "teoría de género". Aquí, nuestro alcalde, un hombre que habla con la autoridad que le da el fracaso, censuró el otro día una conferencia que le sonó a guarrería radical-feminista. Y es que como dice Josefina Martínez, la extrema derecha va a concentrar sus batallas culturales en las escuelas. Porque quieren volver a recluir la sexualidad en el ámbito privado de las familias "naturales". Y una forma de argumentarlo es rehabilitar la "autoridad de los padres" prohibiendo la educación sexual de los menores. Pero prohibir la educación sexual en las escuelas no es rescatar el derecho de los padres a transmitir sus creencias religiosas. Es negar a los niños y jóvenes el derecho a educarse y conocer su sexualidad. Si esto ocurre, esos "súper-padres preocupados" podrían exigir mañana que no se enseñaran conceptos históricos que nos les interesan. Por ejemplo, la Guerra Civil española o el Origen de las Especies de Darwin porque no viene en la Biblia. Los hijos no son en propiedad. Esa es una visión paternalista y asistencial. Porque la infancia de hoy es titular de derechos por merito propio. Porque son considerados sujetos a proteger de manera institucional. Así que lo importante no es el pin, es el fracaso escolar, los miles de niños en centros de menores, la violencia en el entorno familiar y los abusos hacia ese 75% del alumnado LGTBI que tiene miedo al rechazo. Y ese 26,8% de los menores de 18 años en riesgo de pobreza. Para esto sí que necesitamos un pin.