ada vez que Dios se mueve suenan las alarmas. O cuando la Iglesia, como es el caso, se ve cuestionada por el laicismo ambiguo que nos gobierna. Por poner las cosas en su sitio: "Ninguna religión debe tener un tratamiento superior a otras por parte del Estado. Y como instituciones privadas que son, las iglesias no deben recibir en ningún caso y para nada recursos del Estado". Esto es el laicismo. Y que yo sepa, este Estado, o como usted quiera llamarlo, se rige por el principio de aconfesionalidad. Es decir, Dios por una acera y el Estado por otra. Pero no hay manera de librarse de la vigilancia vaticana. Pese a que en 1979 se firmaron acuerdos específicos que sustituyeron al Concordato de 1953.

A lo que voy. La semana pasada el arzobispado puso el grito en el cielo. Como buscando un aliado divino más allá del terrenal que le ofrece Navarra Suma. Y es que el gobierno de Chivite quiere reducir la asignatura de religión a una hora semanal, el mínimo legal. Tanto el arzobispado como Navarra Suma temen que haya un despido masivo de profesores como consecuencia de esta cruzada legal, dicen, contra la asignatura de religión. Populismos aparte, ni creo que sea una cruzada ni que haya despidos. Y si así fuera, ahí habría que estar.

No se si saben ustedes que a los 170 profesores de religión católica activos en Navarra los elige el arzobispado tras obtener la missio canónica. Pero los pagamos entre todos a través del IRPF. Seamos o no creyentes.

Según Europa Laica, a lo largo del año 2015 el Estado cedió a la iglesia católica, de manera directa o por la vía de dejar de ingresar impuestos, una cifra superior a los 11.000 millones de euros, lo que supone más del 1% del PIB. Siendo esto así, y siendo la fe un asunto privado, no sería lógico que la Iglesia, como empresa que es, pagara de su bolsillo a profesores e instructores de religión. Y aquí paz y después gloria.