El otro día por primera (y creo que última) vez en mi vida usé los servicios de Uber. Necesitábamos un coche para ir desde Londres a un aeropuerto que estaba a 88 kilómetros. El vuelo salía a las 6.30 de la mañana y reservamos un coche un par de días antes, para estar tranquilos y pensando que sería más barato que un taxi normal. Pero el viaje fue de todo menos tranquilo. Nos dieron un presupuesto de 109,4 euros y al final nos cobraron 181. Alucinando. Eso se debe a la dichosa tarifa dinámica que utiliza esta plataforma. Nos montamos en el coche a las 3.50 de la mañana y a las 4.21 recibimos un SMS que decía: “Los precios son más altos debido al aumento de la demanda. Precio dinámico de 1,7 veces más. Puedes cancelar la solicitud en los próximos 2 minutos sin penalización”. Sólo teníamos dos opciones: bajarnos del coche en medio de la noche, en medio de la nada, con dos criaturas y a riesgo de perder el vuelo o seguir y astillar lo que nos pidieran. A mí esto me parece, sencillamente, una encerrona. Lo del aumento de demanda te lo tienes que tragar porque lo dice Uber y punto. A nosotros nos aplicaron esta subida, pero a otros clientes les han llegado a multiplicar por 10 el precio del trayecto. En ese momento, además, todo hay que decirlo, estábamos más preocupados en hacerle entender al chófer que queríamos ir al aeropuerto, no al pueblillo del mismo nombre que a él le había marcado como destino la porquería de aplicación que usan, que en la factura final. Al final llegamos, justillos, pero llegamos.

Esto de las tarifas dinámicas, cada vez más frecuentes en hoteles, vuelos y transportes es un auténtico sin vivir. Espero que no lleguen nunca a las tiendas porque ir a comprar el pan puede ser de infarto.