unque no haya habido juicio ni sentencia, ya hay una versión que quedará para la posteridad sobre la muerte de Mikel Zabalza y es que murió torturado a manos de la Guardia Civil durante los interrogatorios en Intxaurrondo y que después arrojaron su cuerpo al río diciendo que se había escapado. Hace falta tener muchas ganas para creerse la versión oficial, que, además de cruel, es una auténtica chapuza. Esta es la principal idea con la que salgo de ver el documental Non dago Mikel? que mañana llegará a la gran pantalla de los cines Golem y a doce salas más de todo el Estado.

Las espeluznante conversaciones entre Gómez Nieto y Perote que hemos oído estos días sobre las torturas y asesinatos de Zabalza, Lasa y Zabala son un entrante perfecto para ponernos en situación.

La verdad es que impresiona ver la cantidad y la calidad de imágenes y testimonios que han recolectado e hilado Miguel A. Llamas Pitu y Amaia Merino. Y también el comprobar cuánto han cambiado el periodismo en estos años. Hoy en día sería imposible intentar grabar el momento en el que sacan el cuerpo del río o los enfrentamientos con la policía, con pelotazos y porrazos en las costillas de mujeres y hombres hechos y derechos y, además, escuchando lo que se gritan los unos a los otros. Era también una época en la que los periodistas podían preguntar y poner contra las cuerdas a los representantes públicos. Hoy en día eso es prácticamente imposible. Cada vez hay más comparecencias sin preguntas. Ahora todo está más blindado, aséptico, distante y telemático.

No sé cómo se las apañarán los Pitus y Amaias del futuro para hacer documentales tan buenos como este, que nos ayuden a conocer la verdad y a entender nuestra propia historia.