Esto del hombre feminista parece un oxímoron. ¿Hombre feminista? La mayoría de las mujeres, me temo, tuercen un poco el morro o miran con reticencia ante semejante esguince antropológico. No obstante, el hombre feminista ya está aquí, alegrémonos: conciliador, autocrítico y bienintencionado. Dispuesto tanto a reconocer el presunto agravio atávico sobre el que se ha desarrollado el viaje de la especie humana en este pequeño planeta, como a regalarle a su pareja un bonito succionador de clítoris por navidad. Llevamos aquí doscientos mil años. Hasta hace apenas setenta mil éramos cazadores y dormíamos en cuevas. Y según las previsiones, dentro de mil nos habremos extinguido. Cuando yo nací todavía se labraban los campos con arado, como en Mesopotamia. Ahora inyectamos células madre humanas en embriones de animales para generar órganos transplantables y fabricamos androides que conversan, sonríen y juegan al ping pong. El hombre feminista tenía que llegar. Es una consecuencia lógica de la evolución de las especies, al igual que la neurosis de ansiedad y el cine de los Coen. Y supongo que es la puerta de entrada al nuevo ser humano. Algunas mujeres aún les miran con reticencia, vale, y otras (las menos) les sueltan cosas poco delicadas. Pero también muchos hombres de pensamiento conservador los ven como un peligro e incluso se permiten insultarles. “El futuro es femenino” pone en la camiseta de mi hija. A mí, más bien, me da la impresión de que estamos asistiendo a la explosión cámbrica de la sexualidad humana y de que en conjunto evolucionamos hacia la androginia (pero esto es un zumbe mío). En todo caso, yo solo he tenido hijas, así que me pongo a favor de ellas. En el fondo se trata de derechos humanos y justicia elemental. No utilices la palabra feminismo, es igual. Como ha dicho la escritora Ngozi Adichie, Los hombres tienen que darse cuenta de que la igualdad es buena para ellos. Muchos ya lo sabemos.