odos vivimos aproximadamente contentos en nuestro pequeño mundo ficticio de cuatro cosas y regresamos a él siempre que necesitamos descansar. O curarnos, o lo que sea. La realidad, lo otro, lo que no podemos controlar, lo que no podemos prever, es infinito y caótico. Tratar de ponerle un orden a la realidad es la ambición del periódico de cada día. Pero no todo son malas noticias. No todo es injusticia y terror. Por ejemplo, el payaso siniestro ha perdido el cetro del universo: aleluya. Por ejemplo, Rosalía Iglesias, la de Bárcenas, ha ingresado en la prisión de Alcalá-Meco: quién lo iba a decir. Por ejemplo, Juan Carlos de Borbón está siendo triplemente investigado por la fiscalía del Supremo: cosas que hasta hace no tanto parecían imposibles. Y encima ahora anuncian una vacuna. El mundo no se detiene, sube la bolsa, la pandemia tendrá fin, se disparan las ventas de bicicletas, la felicidad, ¿qué es? Yo no sé qué es la felicidad, pero Bárcenas dijo que si su mujer pisaba la cárcel él tiraría de la manta y parece dispuesto a hacerlo. Si es así, podría resultar muy ameno. Y al señor Juan Carlos cada día le encuentran más cuentas millonarias por distintos paraísos fiscales. No es broma. Se le estima una fortuna de 2.000 millones escondida en cientos de cuentas distribuidas por todo el planeta. Flipas. ¿Te imaginas que fueran apareciendo de una en una? Yo no. De todas formas, lo interesante, lo realmente ameno es observar el esfuerzo retórico, la rebuscada fraseología, las sutilezas políticas y jurídicas, los subterfugios más o menos retorcidos y las justificaciones más o menos adornadas que nos van a contar para explicar el hecho de que al final salga impune de todo esto. En fin, todo es espectáculo. Y además últimamente, tenemos a don Froilán y a doña Victoria Federica. Yo confío mucho en estos dos. No sé que habré fumado, pero hoy estoy optimista: ya pasará.