a vida es cruel, sí, lo sé. Todos lo sabemos. Pero luego también tiene su parte bonita. Como el anuncio de la lotería de navidad, ¿lo has visto? Está en Youtube. Yo lo he visto tres veces seguidas. Al final, se me ha escapado un eructo, pero bueno. Por lo menos se ha quedado en eso. Está también el anuncio del año pasado. De hecho, están los de todos los años. Te puedes pegar una tarde viéndolos en bucle. Si te gusta llorar, lo vas a pasar pipa. Además, el de este año lo han rodado en Elizondo. Doblemente entrañable, me temo. Y encima todo al estilo Wes Anderson, que me flipa. Hiperdecorado, superfalso megasentimental, mazobuenista. En fin, que me encanta. Ya sabes, el anuncio de la lotería suele ser siempre lo más heavy de la navidad. Si la navidad es lo bonito de lo familiar, o sea, el kitsch del sentimentalismo edulcorado hasta la estridencia, el anuncio de la lotería es ya una píldora concentrada. Una especie de pastilla de avecrem de lo navideño. A mí, después de ver el anuncio de la lotería de navidad, pues eso: que ya, la navidad propiamente dicha, como que me sobra. Lo que quiero decir es que es mucho mejor el anuncio que la navidad en sí. O sea, que puedes no creerte la navidad o incluso odiarla a tu manera, con ese estilo algo salvaje que te caracteriza, pero el anuncio te lo crees. Es un fenómeno curioso. Un sesgo cognitivo, supongo, ¿no? A mí, al menos, me pasa mucho. Cada vez más. No te gusta la cocacola, pero te gusta el anuncio. Qué cabrones son los publicistas. Qué listos. Me habría gustado ser publicista, se lo tienen que pasar bien. Son unos putos genios. No te gusta el olor, pero te gusta el anuncio. No te gusta la realidad, pero te gusta el anuncio. No te gusta el poder, pero te gusta el anuncio. No te gusta la farsa, pero te gusta el anuncio. Y compras un boleto, claro. A ver si cae.