Tiene unos ojos negros como turmalinas, cara de luna rodeada por mechones oscuros, labios carnosos sin maquillar y mirada todavía de niña refugiada en faldas de vuelo, blusas con flores y vestidos naif. Este es su primer trabajo de ilustradora. Como nos sentamos en mesas paralelas, nos solemos mirar. Dulzura infantil a los 24. Resuelta, vaqueros ajustados y jerseys amplios, siempre se cubre media cara con un tercio de melena, pura leona rubia fuera de la sabana y productora de talk shows. Un eye-liner intenso calienta sus ojos azules a temperaturas muy por encima de los 36,5°. Cuando me la cruzo en la puerta del baño de nuestro bar a veces me hace dudar. Sus brazos construyen casas, piscinas y muebles, con su tupé a cepillo podría lijar toda Noruega y cuando te mira, segura como un martillo hidráulico, te clava contra la pared. Vive en un parking subterráneo como una escultura móvil en una galería y los días de cielo gris sobre el cemento pulido cruzado por rayas amarillas se tumba a escuchar la Barcarolle de Offenbach y toca las Gymnopédies de Satie en un piano interminable hasta que las notas que salen por las rejillas de respiración inundan la calle. Son mis chicas. Son lesbianas. ¿Cuándo eres lesbiana? ¿Cuando te enamoras de otra mujer? ¿Cuando disfrutas follando con ella? ¿Cuando quedarte en imaginarlo te excita? ¿Importa? ¿Eliges o rechazas a los demás por quién ocupa su corazón o su sexo? Hoy se celebra el Día del Orgullo Gay, 50 años ya. Estar orgulloso de ser gay es como estarlo de ser bajo, pecosa, persistente, australiano o jaguar. No es más que constatar un hecho. Pero claro, a los bajos, a las pecosas, a los persistentes? no se les persigue. De momento. ¡Feliz día y verano! Entiendas o no. Te espero a la vuelta.