Cada 4 o 5 días los que podemos pasamos por la pescadería. Porque es sano y porque nos gusta, qué narices, meternos en el cuerpo unas rodajas de merluza en salsa, los lomos tiernos de un gallo empanados o un rape sobre patatas panadera. Cada 4 o 5 días el cuerpo de una mujer pasa por el forense y de ahí ya va a una caja de pino porque ese hombre que es su pareja la acaba de matar.

Sí, desde que estrenamos año cada 4 o 5 días una mujer ha sido asesinada en el Estado español mientras otros mirábamos hipnotizados el brillo de los pescados sobre el hielo. Y lo más bestia de todo es que las dos realidades construyen nuestra rutina, sin generar alarma ni agitarnos especialmente salvo casos en los que la falta de pescado por un temporal dispara los precios.

O casos en los que el asesino no solo ha matado a su compañera, sino que además la ha descuartizado. Supongo que como al final somos personillas que intentamos vivir y disfrutar en lo posible en esta jungla nos blindamos de alguna manera ante los horrores porque de otro modo ni nos levantaríamos de la cama. O saldríamos a la calle con un AK-47, claro. Y cuando nos encontramos en ese empeño nos asalta La Psicosis del coronavirus, que se expande y cala en todos los estratos sociales con mayor intensidad y más rápido que el propio virus.

Y se nos llenan las conversaciones de contagios en China, Irán, Italia, Francia Tenerife, Madrid, Barcelona. Y resulta que en Europa el COVID-19 se ha llevado por delante a 14 personas, el último un hombre de 69 años en Italia. Y resulta que en el Estado el VIO-GE, la violencia de género, se ha llevado este año por delante a 13 mujeres. Hace dos días un marido mató a "la suya" de 43 años con una escopeta en Aznalcóllar y otro a la que llevaba toda la vida con él, de 75, con un puñal en Fuenlabrada. ¿Hace falta decir qué virus es más letal, más preocupante y viene de mucho más largo?