Creo que voy a encargar una de las monedas conmemorativas que ha puesto a la venta la Tienda de Regalos de la Casa Blanca. Es una edición especial para celebrar que, a los tres días de contraerlo, el prohombre de nuestra era ha vencido al virus. ¿Qué mejor manera de invertir 100 dólares? Se la regalaré a un amigo que cumplió ayer los años. Quizá decida fundirla con un soplete y transformarla a martillazo limpio en mascarilla-bozal para enviársela de vuelta a Trump. Él mismo la haría viral y el círculo se cerraría. La imagen de esa moneda con la inscripción Trump derrota al COVID es la imagen de una crisis. O de muchas al mismo tiempo. Este hombre da la sensación de estar atravesando la crisis de la mediana edad todo el rato. Necesita demostrar a su electorado y al resto del universo que la tiene más grande. Cada día. En cada gesto público y en cada afirmación. Eligiendo modelo de compañía, más que compañera, autobronceador zanahoria más que bronceado natural, negacionismo extremo de toda evidencia medioambiental, económica, sanitaria y social. Él, que ha salido de un hospital al que la inmensa mayoría de estadounidenses no pueden entrar ni a lavarse las manos con gel. En fin. La crisis de la mediana edad es un concepto que acuñó en 1957 un psicoanalista canadiense considerándola algo biológico. Pero un estudio vino a plasmar que sólo la padecían un 15% de los norteamericanos, así que algunos antropólogos pasaron a verla más bien como un constructor cultural. Seguramente en Benin, en Sri Lanka o en Haití tampoco la atraviesen demasiadas personas. Siempre hay alguna crisis en algún lugar, incluido el que se encuentra dentro de nosotros mismos. Las del petróleo en 1973 y 1979, la del cierre de astilleros vascos a mediados de los 80, la inmobiliaria y socioeconómica de 2008, la de la pandemia de 2020 Habrá que acostumbrarse a la inquietud. Un amigo me contaba que su banda tenía listo el lanzamiento de su último disco justo en primavera pero tuvieron que pararlo. Lo van a sacar ahora. ¿Es buen momento? ¡Qué más da! ¡Hay que seguir viviendo!