Maya y Chivite coinciden en un gesto: estiran con facilidad el segundo dedo de la mano izquierda. El dedo índice. El dedo admonitorio. Quedó constancia gráfica en junio de 2015 cuando el alcalde Asiron entregó a Maya la insignia de concejal, mesa del salón de plenos por medio, y ha salido en la foto de la felicitación de Chivite al nuevo presidente del Parlamento, Unai Hualde, por su elección en junio de 2019, abrazo mediante. La socialista usaría su mano izquierda por querencia política. El entonces frustrado regionalista, por mera dinámica funcional: Asiron seguía su camino hacia la presidencia y esa mano le vino más a mano. Además el gesto quedaba más accesible al tiro de las cámaras. Si cada político hubiera usado la mano simbólica de su ideología, izquierda una, derecha el otro, habrían compuesto el símbolo del bipartito real de Navarra durante tantas legislaturas. Quebró en 2015 por incapacidad del PSN para evitarlo. En 2019, recuperada tal capacidad, está por ver qué pasa. La derecha constitucionalista no puede presumir de neta supremacía. Condensada con tres ingredientes, solo aventaja en 4 escaños, apenas 5 puntos y algo más de 16.000 votos al bloque nacionalista de GeBai eta Bildu en el Parlamento Foral. Menos fanfarronadas. La derecha ha tenido la habilidad forzada de unirse. El bloque nacionalista, la de mantener resultados. La izquierda no nacionalista ha sido arrastrada en la caída por el desplome “autogestionado” de Podemos y su incapacidad para una estratégica unidad. De los actuales cuatro grandes del Parlamento, dos jugaron dopados en el partido electoral: UPN, desnaturalizado en sus matices regionalistas por PPN y Cs; el PSN, a rebufo de las cercanas generales y usufructuario de votos de la izquierda penalizada. El creativo cineasta Pedro Almodóvar resumió su biografía vital en Dolor y Gloria. El anodino líder de Navarra Suma, Esparza, corre riesgo de invertir los términos en su epitafio: Gloria y Dolor.