n país incompetente. Niveles central y autonómico. Pequeñas diferencias. Matices. Pero por término medio, incompetente en su desempeño político administrativo. La campaña de vacunación es la verificación más reciente. Disponibilidad del producto desaprovechada en su aplicación sanitaria. Retrasos. Por motivos serios, como falta de planificación y debilidad del sistema de atención primaria; o banales, como vacaciones del personal, fiestas laborales y ancianos desplazados temporalmente de residencias. Los gestores tutelan los datos. Este país es capaz de mutilar hasta la incipiente y tibia ilusión ciudadana por la llegada en tiempo récord de vacunas contra el virus asolador. Incompetencia en la detección precoz del proceso epidémico. Incompetencia en la comunicación social, más estadística que didáctica. Dopada con ignorancias, confusión y mentiras. Incompetencia en la adopción de medidas científicas de contención de la expansión. Incompetencia en el aprovisionamiento de mascarillas, equipos de protección y respiradores. Incompetencia en la desescalada, precipitada por la llegada del verano y el apremio turístico nacional tras la voz de victoria alzada por el presidente Sánchez. Incompetencia en los criterios de vacunación, todavía sin calendario cerrado y con tensiones gremiales e ideológicas. La mala conciencia por el abandono vergonzoso y dramático de los geriátricos -entregados en gran medida a la gestión privada con escasa o nula supervisión pública- forma parte de las razones del orden de vacunación. Vaya historial. Los departamentos de comunicación ya se encargan de aplicar capas de maquillaje a tanta ineptitud. Es curioso cómo los múltiples medidores, aun con diferencias poco relevantes, acompasan sus cifras a relajaciones y contracciones, a aperturas y cierres. Pura estrategia. Los datos objetivos admiten interpretaciones subjetivas. Un país festero. Fiesta de la improvisación. Fiesta de la incompetencia. Lamentable.