or definición, conducta prudente y conocimiento profundo. Este es exigible a científicos y sanitarios. Aquella, a dirigentes políticos y ciudadanía en general. La experiencia de un año demuestra que carecemos de suficiente sabiduría institucional y social. La relajación de las restricciones ante las celebraciones navideñas se anunciaba, primero, y se adoptaba, después, desde el convencimiento expreso de una dura factura a cobrarse por la pandemia en enero y febrero. El virus la gira a dos o tres semanas vista. Turismo y comercio, ocio y relaciones familiares y sociales. Después de salvar el verano, salvar la Navidad. Esta última, concesión innecesaria a la costumbre católica de encuentros familiares, complicada por el moderno hábito de las salidas juveniles en Nochebuena y el carnaval de Nochevieja. De hecho, hubo que recular sobre la marcha. La asignatura "Restricciones en vigor" es difícil de aprobar por su cambiante contenido. Gestores acordeonistas. Estirar y comprimir el fuelle. Si pretendes pasarla en reválida nacional, ni te cuento. El conocimiento profundo exigible a científicos y sanitarios ha de ser modulado en su rigor por lo nuevo y mutable del fenómeno patógeno. La investigación sobre vacunas ha sido temprana, laboriosa, tenaz y, al final, eficiente. Las cuentas de resultados de las compañías farmacéuticas serán asumidas con conformidad si las cifras de prevención de la enfermedad también multiplican beneficios. Del campo de los tratamientos se habla menos. Unos sanitarios desbordados y desprotegidos aprendían sobre la marcha. El sistema público de salud estaba más enclenque de lo que pensábamos. La vieja máxima de "dime de qué presumes y te diré de qué careces". Pero la conducta prudente de autoridades y ciudadanos no admite contemplaciones. Sus torpezas se realimentan. Debiera bastar con una guía de consejos serios y razonados y su seguimiento disciplinado. La sabiduría también vacuna. Conocimiento y prudencia.