or fin. Esparza ha ganado unas elecciones internas casi a la búlgara. Será el candidato de UPN a las elecciones forales de 2023 con el 91% de los votos del Consejo Político. Treinta puntos más que en 2014. Para las siguientes fue proclamado de forma directa por falta de otros aspirantes. Calmante para una de sus dos debilidades: su precario liderazgo del partido. Elegido su presidente en tres ocasiones, en dos tuvo rivales (2015 y 2020) y sacó sobre el 58% de los votos; en la otra (2016), único candidato, se quedó en el 84% de los apoyos. La segunda es la incertidumbre del experimento de coalición. Navarra Suma se redujo a un caso aislado dentro del Estado. Consorcio de conveniencia. Para los regionalistas, un camuflaje de su lenta y progresiva caída electoral. Cálculo de Ciudadanos y PP -por orden de aparición en el proyecto-: mejor socios minoritarios que extra parlamentarios en Navarra y sin asiento municipal en Pamplona. La fórmula recuperó algunas alcaldías importantes en función de la siempre inquietante veleta socialista. Toca callar cuando CS enseña su patita antiforalista y enmudecer cuando el PP señala a Navarra como una de las Comunidades privilegiadas en el reparto de los fondos europeos. Servidumbres de la suma. Esparza no quiere que se vean fantasmas en el futuro de Navarra Suma. Aunque prescinda del logotipo de la coalición en comparecencias públicas. UPN está inmerso en un proceso interno de reflexión y análisis de la situación actual para la “Redefinición de nuestro proyecto político”. Hasta otoño. ¿El aplauso de Vox a los discursos de Adanero y Sayas orienta esa redefinición? Los discursos parlamentarios de Esparza son agrios, reiterativos y anclados en el pasado. Monocordes: el nacionalismo vasco, ETA, y el PSN como blanqueador de Bildu. ¿Qué adjetivo usaría Esparza para calificar aquellas negociaciones de Sanz y Alli con HB (apoyo para Presidencia y para Presupuestos) en tiempos de plomo? Memoria histórica.