Ahora las voluntades conservadoras en la ciudad quieren devolver al coche su estatus predominante en la ciudad. Agitando banderas de libertad y progreso, que son falsas porque los hechos demuestran lo contrario. Es decir, está muy bien ese populismo de ponerse en la avenida a la que han dificultado el tráfico de los coches (ese que antes campaba a sus anchas y definía las estrategias) y decir que hay que recuperar los derechos de los ciudadanos. ¿A qué? A sufrir un modelo congestionado que permite poco uso de la vía pública, porque lo regalamos a coches casi vacíos, contaminantes y que en el fondo lo único que hacen es buscar sitios donde aparcar. Desde hace decenios está más que demostrado que disminuir a la mitad (o más) el acceso en vehículos multiplica el tránsito de personas. Y esas personas somos las que compramos, las que opinamos, las que disfrutamos y las que posiblemente nos muramos menos por la contaminación. Por no hablar de sostenibilidad, de conductas saludables, de transporte público y demás.

Lo siento, pero no es cuestión de ideología, chunga o no tanto, es una cuestión de hechos. Está publicado y son artículos científicos que muestran cómo las ciudades deben librarse de los coches y ceder el espacio a la ciudadanía. Si suena a izquierdas, lo siento, pero entonces será que usted está demasiado a la derecha para el mundo real. ¿De verdad tenemos que aguantar al típico representante de comerciantes prediciendo el apocalipsis por una peatonalización? ¿Otra vez? No les vale que en más de medio siglo de estas prácticas siempre haya ido para bien. ¿Por qué? El problema, queridos, es la agenda oculta, los intereses a los que el involucionismo rinde pleitesía. Así de claro, así de vergonzoso. La ciencia cambia el mundo, y ya es hora de que también ellos cambien. No son los votos, es la razón.