Podemos verla como el niño que en el cuento de Andersen Keiserens nye Klæder señala al emperador engañado por truhanes y aduladores mostrando que se paseaba desnudo. Pero los cuentos no van más allá y nuestra realidad muestra que ni siquiera la denuncia sistemática de los adolescentes alertando de lo que la ciencia nos avisa desde hace decenios y exigiendo que se escuche a los científicos y se adopten medidas radicales sirve para tomarlas. Ahora el objetivo es Greta, su neurodivergencia, su adolescencia, el éxito de convocatoria de esa huelga global que, realmente está marcando un punto de inflexión en la acción climática. Quienes nunca han hecho nada, más que considerar la tibieza como un signo de seriedad y por lo tanto dejar pasar las alertas constantes que el estado del planeta está encendiendo, ahora se ofenden por la insistencia rebelde de unos niñatos. En el cuento de Andersen el emperador desnudo se dio cuenta de que había sido engañado: nosotros somos tan estúpidos que desdeñamos una ocasión más para darle la vuelta a las cosas.

Porque la ciencia está intentando ayudar a que podamos frenar el calentamiento, mantenerlo dentro de un margen sostenible, pero los gobernantes y las grandes empresas (truhanes y aduladores en el cuento y en la realidad) no están por la labor. Cumpliendo ese axioma de los colapsos de civilizaciones anteriores que mostró hace años Jared Diamond, en que las élites gobernantes fueron siempre a mirar a otro lado cuando se enfrentaban a un problema ambiental, de recursos y consecuencias del ritmo de vida. No nos enfrentamos a un apocalipsis inevitable, pero hemos decidido apretar el acelerador y seguir quemando combustibles fósiles cambiando el clima en vez de cambiar de modelo energético y social. ¿Más cumbres? Más Greta, más ciencia... más acción.