ecuerdo hace años (parece milenios) cuando Pablo Guerrero nos cantaba de islas en el tiempo con tareas como manejar cometas y a vivir que es lo mismo lo mío que lo tuyo. Ese "paraíso ahora" que era sin duda revolucionario en tiempos de dictadura lo tenemos que adaptar en esta nueva era como "compromiso ahora". Porque tras 50 días de confinamiento, en que de manera principalmente voluntaria hemos optado por establecer distancia y parar el mundo realmente para que los más débiles no sufran y la sociedad no colapse, debemos mantener ahora ese contrato por los demás, darnos cuenta de la consecuencia de cada acto individual en el conjunto. Cierto que el miedo ha ayudado, miedo a que esta pandemia dejara millones de muertos, colapsara los estados e hiciera hundirse el precario sistema de apoyo social que ha sobrevivido al capitalismo salvaje de este siglo. Aunque sea por miedo, sigamos con el compromiso.

Desde el punto de vista de querernos un poco más como humanos, esta actitud nos honra: podíamos haber abandonado a los desfavorecidos movidos por el pánico, como hicimos hace 12 años en la anterior crisis. Lo que pasa es que la enfermedad actual no solamente afecta al bolsillo: nos enferma y puede matarnos. Lo teníamos claro hasta hace unos días, pero las cifras del ataque de la pandemia ahora son más benignas, y todo parece que se puede abrir sin más, así que caemos en la tentación de relajar distancias y compromisos. Ojo, porque así podemos perder todo ese capital de seguridad y protección que habíamos construido. Dicen los expertos que quizá tengamos durante un tiempo que aprender a organizar nuestras salidas y nuestros confinamientos, todo pasará por seguirnos comprometiendo con ese bien común que, no es extraño en el fondo, tan poco afecto causa en el pensamiento de derechas.