yer se recordaba que hace 30 años (solamente) la Organización Mundial de la Salud consideraba la homosexualidad una enfermedad. No infecciosa, pero sin duda pandémica, dado que una enorme minoría de personas sufre de esa condición. Era un tributo al odio instaurado en nuestra cultura hacia lo diferente o lo que se aleja de aquello considerado normativo. Los días 17 de mayo quedan como conmemoración contra la homofobia, la transfobia, la bifobia, el odio que impide aceptar la libertad de afectividad o de expresión de género o sexual de todas las personas. Los derechos de las personas LGTBIQA+ no están reconocidos ni protegidos en una gran parte del mundo, peor: somos perseguidos o amenazados de muerte en demasiados países con toda impunidad, así que es muy pertinente que el Gobierno de Navarra haya hecho una declaración específica para este día.

En estos tiempos en que vivimos en una esfera más limitada, un poco todas las personas estamos en el armario y podemos entender mejor a quienes han estado así tanto tiempo. En el capítulo de libertades y derechos que ahora la ultraderecha aparenta abanderar a golpe de cacerola, sin embargo, siguen aflorando los mismos odios que han mantenido a tanta gente invisibilizada y victimizada. Y no quieren cambiar la situación, no se engañen. En ese populismo ultraderechista el odio a la diversidad es básico, la inclusión es anatema. Y quienes apoyan o dan voz a estos discursos son cómplices de esa larga historia de opresión. Nada hay en la naturaleza humana que nos empuje al odio, la lgtbifobia no es tampoco una enfermedad, sino un vicio que podemos erradicar señalándolo con el dedo y aislándolo socialmente. Y con políticas que permitan favorecer una diversidad que nos enriquece: ahora valoramos la libertad.